Ficha de partido
Valencia CF
1 - 2
Real Madrid
Equipos titulares
Sustituciones
8
10
11
Ninguno
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Antonio TimorGoyo Vergel
15'
Descanso
45'
Di Stéfano
52'
Vicente SeguíAsist: Bernardino Pasieguito
82'
Di Stéfano
89'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Real Madrid
Records vs Real Madrid
Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Más partidos: Vicente Asensi (28 partidos)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)
Crónica
En un partido de mucha emoción e interés y de resultado incierto hasta el final, el Valencia perdió, por dos tantos a uno, con el Madrid. Acosó el Valencia én los comienzos, dosificando su esfuerzo el Madrid en el contraataque y así le fue relativamente fácil contener los laboriosos avances locales. Al cuarto de hora, y en violento choque entre Goyo y Joseíto, al disputarse un balón, el meta valenciano quedó conmocionado y fué retirado a la enfermería, saliendo en su puesto, hasta el final, Timor. Redobla su esfuerzo atacante el Valencia, obligando a emplearse a fondo a la retaguardia madridista, que, en último extremo, hubo de ceder una buena tanda de corners. El dominio local se dejó sentir cada vez más, y en un contraataque madrileño, Kopa, sólo ante el portero, falla un gol hecho. Se llegó al descanso sin inaugurar el marcador y con el Valencia materialmente volcado sobre el terreno madridista.
Los comienzos de la segunda parte ofrecían la misma tónica, pero la réplica del Madrid es ahora de mayor contundencia y también sus avances más profundos. En uno de ellos, Kopa, que se internó en jugada genial, cedió en corto y a media altura a Di Stéfano, que estaba desmarcado, y el delantero madridista cabeceó a la red, con facilidad, siendo el primer tanto visitante, a los siete minutos. El Valencia busca afanosamente el empate, pero el Madrid se empleaba con mayor firmeza y seguridad y sus ataques eran realmente peligrosos.
En las postrimerías, el Valencia acusa el esfuerzo y ha de consentir el acoso madridista, que no llega a ser agobiante del todo, porque los de casa, sacando fuerzas de flaqueza, contrarrestan, con alma, las endiabladas internadas del adversario, y aun realizan decididas incursiones, que desconfían a los madrileños, los cuales optan por un prudente repliegue, pero sin poder evitar que, a los treinta y ocho minutos, en ocasión de un golpe franco indirecto dentro del área, Buqué pasase a Seguí, para que éste, salvando la muralla de jugadores, igualara a un tanto. En los minutos finales se jugaba a la desesperada y la pelota iba de un lado para otro, aunque, por excsso de nervios, resultaban infructuosas las respectivas situaciones de ventaja, menos en aquélla, a punto de señalarse el final, en que, a la salida de un córner con el Madrid volcado sobre la puerta adversaria, Di Stéfano estrellaba el balón en las mallas y proporcionaba así la victoria del Real Madrid.
Pudo al Real Madrid costarle caro la táctica que empleó durante el primer tiempo. Todos sus jugadores se comportaron con frialdad, consintiendo el arrollador acoso de un Valencia que, en condiciones de inferioridad técnica, se hizo el amo desde el principio y peleó con un enemigo superior, habiéndole de tú a tú. Es decir, con entusiasmo, con tesón, a sabiendas de qus le faltaban en sus filas dos significados titulares, como Martín y Mañó, y de que, a poco de empezar el partido, quebada fuera de combate el guardameta.
Pudo costarle caro al Madrid porque no supo reaccionar a tiempo, porque, además, su línea media, de manera más acusada en Zárraga, no acertó a contrarrestar el empuje del Valencia, sobre todo impulsado por la magnífica actuación de Pasieguito y Puchades. Estos, sin decidirse a un ataque abierto, supieron guardar distancias, y como quiera que los medios oponentes buscaban más la posición retrasada, se daba, el caso de que en el centro del terreno había un bache sensible, que únicamente le estaba dado cubrir a aquél de los dos contendientes que, como el Valencia, ponía más ardor en la pelea. Lo pensó tarde el Madrid el oponer las mismas armas, o sea el ataque, y fue mediada la primera parte cuando, dio la réplica de modo normal. El Valencia estaba embalado y acabaron los madridistas por perseverar en su táctica defensiva, dejando, claro está, a Kopa y a Gento para que realizaran aquellas endiabladas incursiones, que encontraron la debida y segura neutralización en la defensa local, en tarde de vena de aciertos y de gran seguridad.
La segunda parte cambió bastante la decoración. Contribuyó a ello el golpe de primera hora del Real Madrid, que se produjo por coger demasiado confiada la defensa valenciana. Espoleado por el tanto en contra, el Valencia parecía quemar el último cartucho, sin darse cuenta de que sus arrolladuras arrancadas daban mayores facilidades al enemigo. Y éste no lo pensó ya y su ofensiva fue resuelta y peligrosa. El Valencia se crecía, para no ceder el timón de la contienda. Y vimos entonces un período lleno de emoción e interés por la briosa pugna entre los dos contendientes y con frecuentes y laboriosos forcejeos en ambas áreas. Vino el gol del empate, que dejaba en su justo punto el resultado del partido, tal conío se había desarrollado.
Pero en los últimos minutos, la contienda se puso al rojo vivo, surgiendo algunos incidentes que contribuyeron a hacer cundir más los nervios de los jugadores y a exaltar los ánimos en los graderíos. El gol de la victoria madridista llegó de sopresa, porque realmente, en aquellos momentos, el Valencia atacaba con ahinco y, aun cuando el enemigo se defendía con el repliegue, nada hacía prever que se modificara ya el tanteador.
Una victoria madridista, pues, que estuvo en el alero, y, poniendo las cosas en su sitio, bien podría decirse que no ha sido todo lo justa que, a juzgar por el esfuerzo de un Valencia entusiasta y dominador, hubiera sido de desear. Esto aparte de que sobre el papel, el Madrid fuera siempre superior técnicamente a este desmedrado Valencia, y que en sus filas brillaron, como siempre, Kopa, Marsal y Gento, en la delantera; Santistéban, en la media, y Marquitos, en la defensa. Di Stéfano apenas tuvo intervenciones, pero dos de ellas proporcionaron a su equipo los goles.
En el Valencia, una figura; destacada, la del bisoño Mestres, en línea con una defensa que fue lo mejor del equipo. Siguieron en méritos Pasieguito y Puchades, sobre todo en la primera parte, y en la delantera, menciones especiales para Seguí y Areta. Pero, en concreto, el Valencia ha ofrecido uno de sus partidos de conjunto más completos en lo que se lleva de temporada. Se tiraron once saques de esquina contra el Madrid, por sólo tres contra el Valencia, y dentro de estos mismos fines contables, fueron 27, y por igual, los tiros a puerta. Arbitró el señor Blanco Pérez.
Los comienzos de la segunda parte ofrecían la misma tónica, pero la réplica del Madrid es ahora de mayor contundencia y también sus avances más profundos. En uno de ellos, Kopa, que se internó en jugada genial, cedió en corto y a media altura a Di Stéfano, que estaba desmarcado, y el delantero madridista cabeceó a la red, con facilidad, siendo el primer tanto visitante, a los siete minutos. El Valencia busca afanosamente el empate, pero el Madrid se empleaba con mayor firmeza y seguridad y sus ataques eran realmente peligrosos.
En las postrimerías, el Valencia acusa el esfuerzo y ha de consentir el acoso madridista, que no llega a ser agobiante del todo, porque los de casa, sacando fuerzas de flaqueza, contrarrestan, con alma, las endiabladas internadas del adversario, y aun realizan decididas incursiones, que desconfían a los madrileños, los cuales optan por un prudente repliegue, pero sin poder evitar que, a los treinta y ocho minutos, en ocasión de un golpe franco indirecto dentro del área, Buqué pasase a Seguí, para que éste, salvando la muralla de jugadores, igualara a un tanto. En los minutos finales se jugaba a la desesperada y la pelota iba de un lado para otro, aunque, por excsso de nervios, resultaban infructuosas las respectivas situaciones de ventaja, menos en aquélla, a punto de señalarse el final, en que, a la salida de un córner con el Madrid volcado sobre la puerta adversaria, Di Stéfano estrellaba el balón en las mallas y proporcionaba así la victoria del Real Madrid.
Pudo al Real Madrid costarle caro la táctica que empleó durante el primer tiempo. Todos sus jugadores se comportaron con frialdad, consintiendo el arrollador acoso de un Valencia que, en condiciones de inferioridad técnica, se hizo el amo desde el principio y peleó con un enemigo superior, habiéndole de tú a tú. Es decir, con entusiasmo, con tesón, a sabiendas de qus le faltaban en sus filas dos significados titulares, como Martín y Mañó, y de que, a poco de empezar el partido, quebada fuera de combate el guardameta.
Pudo costarle caro al Madrid porque no supo reaccionar a tiempo, porque, además, su línea media, de manera más acusada en Zárraga, no acertó a contrarrestar el empuje del Valencia, sobre todo impulsado por la magnífica actuación de Pasieguito y Puchades. Estos, sin decidirse a un ataque abierto, supieron guardar distancias, y como quiera que los medios oponentes buscaban más la posición retrasada, se daba, el caso de que en el centro del terreno había un bache sensible, que únicamente le estaba dado cubrir a aquél de los dos contendientes que, como el Valencia, ponía más ardor en la pelea. Lo pensó tarde el Madrid el oponer las mismas armas, o sea el ataque, y fue mediada la primera parte cuando, dio la réplica de modo normal. El Valencia estaba embalado y acabaron los madridistas por perseverar en su táctica defensiva, dejando, claro está, a Kopa y a Gento para que realizaran aquellas endiabladas incursiones, que encontraron la debida y segura neutralización en la defensa local, en tarde de vena de aciertos y de gran seguridad.
La segunda parte cambió bastante la decoración. Contribuyó a ello el golpe de primera hora del Real Madrid, que se produjo por coger demasiado confiada la defensa valenciana. Espoleado por el tanto en contra, el Valencia parecía quemar el último cartucho, sin darse cuenta de que sus arrolladuras arrancadas daban mayores facilidades al enemigo. Y éste no lo pensó ya y su ofensiva fue resuelta y peligrosa. El Valencia se crecía, para no ceder el timón de la contienda. Y vimos entonces un período lleno de emoción e interés por la briosa pugna entre los dos contendientes y con frecuentes y laboriosos forcejeos en ambas áreas. Vino el gol del empate, que dejaba en su justo punto el resultado del partido, tal conío se había desarrollado.
Pero en los últimos minutos, la contienda se puso al rojo vivo, surgiendo algunos incidentes que contribuyeron a hacer cundir más los nervios de los jugadores y a exaltar los ánimos en los graderíos. El gol de la victoria madridista llegó de sopresa, porque realmente, en aquellos momentos, el Valencia atacaba con ahinco y, aun cuando el enemigo se defendía con el repliegue, nada hacía prever que se modificara ya el tanteador.
Una victoria madridista, pues, que estuvo en el alero, y, poniendo las cosas en su sitio, bien podría decirse que no ha sido todo lo justa que, a juzgar por el esfuerzo de un Valencia entusiasta y dominador, hubiera sido de desear. Esto aparte de que sobre el papel, el Madrid fuera siempre superior técnicamente a este desmedrado Valencia, y que en sus filas brillaron, como siempre, Kopa, Marsal y Gento, en la delantera; Santistéban, en la media, y Marquitos, en la defensa. Di Stéfano apenas tuvo intervenciones, pero dos de ellas proporcionaron a su equipo los goles.
En el Valencia, una figura; destacada, la del bisoño Mestres, en línea con una defensa que fue lo mejor del equipo. Siguieron en méritos Pasieguito y Puchades, sobre todo en la primera parte, y en la delantera, menciones especiales para Seguí y Areta. Pero, en concreto, el Valencia ha ofrecido uno de sus partidos de conjunto más completos en lo que se lleva de temporada. Se tiraron once saques de esquina contra el Madrid, por sólo tres contra el Valencia, y dentro de estos mismos fines contables, fueron 27, y por igual, los tiros a puerta. Arbitró el señor Blanco Pérez.