Benito Torregaray fue uno de los grandes defensas del Valencia de los años 30, antes de la Guerra Civil. Llegó a Mestalla con tan sólo 20 años procedente del Esperanza de San Sebastián, equipo de su tierra que por aquel entonces era el segundo club de la capital donostiarra. Se unió a la plantilla che en el verano de 1928 y se mantuvo como titular indiscutible y líder de la zaga hasta 1939, defendiendo la camiseta valencianista durante más de 200 partidos. Formó parte del equipo que logró los primeros éxitos nacionales, como el ascenso a Primera en 1931 o la primera final de Copa contra el Real Madrid en 1934.

Torregaray era un central aguerrido y con una gran fuerza física. Le apodaban «el Botas» por el gran tamaño de las zapatillas que utilizaba. Era un hombre de muy buen carácter, que muy pronto congenió con la grada y se convirtió en un referente para el equipo. Se alió con Moliné para formar parte de una gran pareja defensiva, y al año siguiente, con los recién llegados Melenchón y Pasarín, formó una línea defensiva inamovible durante casi toda la década. Su mejor curso fue el del 34, cuando junto a Pasarín formó un dúo infranqueable conocido como «las Columnas de Hércules». Torregaray aportaba corpulencia, apabullaba al rival y sacaba el balón jugado con absoluta limpieza.

Fue uno de los defensas más completos de la década, pero a nivel internacional la suerte no le acompañó. Fue convocado en varias ocasiones, incluso fue llamado a filas para el Inglaterra-España de 1931, pero a última hora se quedó sin debutar oficialmente y, lo que es peor, se quedó fuera de la lista de convocados de García Salazar para el mundial de Italia 1934, lo que supuso un mazazo para Benito. Pese a todo, se convirtió en leyenda para los valencianistas. Durante varias temporadas fue el encargado de lanzar los penalties, con unos disparos ante los que el meta rival apenas podía parpadear. En 1936 le cedió el relevo a Juan Ramón, hasta que el estallido de la Guerra puso fin a su carrera y decidió regresar a su tierra.

Desgraciadamente, la muerte le sorprendió de forma repentina poco después de abandonar el Valencia, con solo treinta y cuatro años de edad. Había regresado a San Sebastián y trabajaba como guardia municipal. El 29 de diciembre de 1942, el año en el que el Valencia conquistó su primera liga, se marchó pasa siempre uno de los más grandes defensas en la historia del club.