Ficha de partido
RCD Espanyol
2 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Maguregui
18'
Vicente GuillotAsist: Enrique Ribelles
38'
Muñoz
43'
Descanso
45'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: RCD Espanyol
Records vs RCD Espanyol
Máximo goleador: Mundo Suárez (21 goles)
Goleador rival: Prat (9 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (28 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (19.10.2003)
Mayor derrota: 0 - 7 (10.06.1928)
Más repetido: 2-1 (25 veces)
Crónica
Da pena que dos grandes clubs, dos clubs cuyos jugadores han sido temidos en los campos de fútbol, cuyas formaciones imponían su mando al rival, se vean en la necesidad agobiante de disputar entre sí los puntos como dos hambrientos que se pelean por un mendrugo. Pero la ley del fútbol también es dura y hasta los que fueron grandes han de cumplirla. Cuando la necesidad aprieta, hay que someterse a sus exigencias. Español y Valencia están luchando por su supervivencia y los puntos de estas jornadas, los últimos puntos de la competición, son tan codiciables para ellos como el oro. Ninguno de los dos podía perder la oportunidad de puntuar. Por eso, Sarria fue en esta ocasión escenario de un encuentro difícil, hosco, febril.
Dos a uno, y difícilmente podría hallarse en el desarrollo del partido muchas más ocasiones convertibles en gol, dan idea del equilibrio de fuerzas, o mejor dicho, del equilibrio del poder destructivo que enfrentaron españolistas y mestalleros con el objetivo declarado de ganar los blanquiazules y solamente de empatar les levantinos. La victoria fue, pues, el fruto del afán de vencer frente a la conformidad con el empate.
Consciente cada cual de las posibilidades del contrincante, tal vez como consecuencia del reconocimiento de las propias limitaciones, los dos equipos se aprestaron, dentro de la orientación que debían dar a su juego según los peculiares objetivos, a anular al contrario. Para ellos imperaba, como puede deducirse, el lema de seguridad ante todo. Era muy necesario, era imprescindible ganar. Por lo menos eso rezaba para el Español. Pero casi lo era tanto el ser sorprendido y perder de golpe todas las esperanzas. Por consiguiente, había que sacrificar parte del ataque para defenderse.
Prácticamente, pues, el Español puso en marcha un prudentísimo 4-3-3, es decir una defensa muy sólida, una media que ocupase toda el centro del terreno y una delantera con dos puntas y un solo extremo. Pese a la numeración, los defensas del Español fueron Ferrando, Bartolí, Argilés y Riera: la media, Muñoz y Maguregui, con el apoyo de Boy; y en la delantera, Kubala (que procuraba cubrir el extremo derecho), Idígoras y Martínez.
Durante la primera parte, Maguregui, en plena forma física, condujo el equipo con su juego reposado, preciso e incisivo, y el Español logró adueñarse del campo y aposentarse en el marcador; en el segundo tiempo bajó el rendimiento de Maguregui y bajó el del Español como conjunto, pero logró contener al Valencia y defender con éxito el gol de su mínima ventaja.
Vestido de blanco, al Valencia no le faltó nada para parecer un fantasma, el fantasma de sí mismo, de aquel gran equipo que fue y que ahora, a pesar de los nombres de los buenos jugadores que lo constituyen, no es ni la sombra del de antaño. El Valencia fue un equipo sin personalidad, que realizó un juego mediocre, sin otra ambición que salvar vergonzantemente un empate, meramente destructivo. A juzgar por su actuación en Sarria solamente conserva de su pasado esplendor su peculiar dureza, pero así como en su buena época era eaa dureza noble y reluciente de granito, la de ahora es marrullera, peligrosa, censurable. La dureza del pobre juego, que se refugia en ella como su último recurso. Del Valencia sólo destacó un veterano, Sánchez Lage, y la buena voluntad de Guillot, que actuó lesionado desde los cuarenta y un minutos de la primera parte.
Las posibilidades del Valencia fueron muy escasas, pero sujo aprovecharlas, como lo demostró con su único gol, aunque la oportunidad que le brindó el Español fue tan clara que ningún equipo la hubiese malogrado. Con decir que el debutante Totó, tan poco afortunado como nos parece su sobrenombre para un delantero centro, fue quien facilitó el gol a Guillot, está dicho todo. El Valencia aprovechó la única ocasión que tuvo. Y no logró impedir que el Español le venciese aunque fuese por los pelos. El marcaje valenciano de hombre por hombre no pudo evitar los dos goles que le marcaron un delantero y un defensa, Maguregui y Muñoz, que actuaron en realidad de volantes.
Antes de que el Español lograse su primer gol, Idígoras en el primer minuto y Núñez, en el diecisiete, habían desperdiciado las dos primeras oportunidades. Entre una y otra, Muñoz había sido derribado cuando bascaba la puerta valenciana. El primer gol españolista fue de primorosa ejecución con un pase de Idígoras a Kubala, situado de extremo derecha, quien peso la pelota a los pies de Maguregui. Sin parar, el vasco metió el pie con la habilidad necesaria para que la pelota saliese rasa, en lugar de saltar como tantas veces ocurre en situaciones parecidas por encima del larguero. Zamora no pudo evitar ser batido. Iban dieciocho minutos de juego.
El Valencia replicó a este gol y estropeó un par de ocasiones antes de que Guillot y Totó se encontrasen solos ante Bartolí, en un exceso de confianza de la defensa blanquiazul, y les fue fácil burlarle, asi como a Joanet que además saltó en lugar de lanzarse rápidamente al suelo. El empate a uno a los treinta y ocho minutos volvió la inquietud al bando españolista que acusó el impacto hasta el punto de que Joanet tuvo que efectuar una salida desesperada para evitar que Guillot marcase otra vez. Guillot resultó lesionado y se retiró hasta el segundo tiempo. En el último minuto de la primera parte, la pelota pasó desde Joanet por Riera, Martínez e Idígoras hasta la puerta del Valencia donde Muñoz remató de cabeza, devolviendo el larguero ia pelota. El propio Muñoz remató de nuevo con el pie obteniendo el segundo gol del Español.
Con el resultado oscilando alrededor de un solo gol de diferencia y tras salvar Sánchez Lage un tanto sobre la línea de puerta al comeazar el segundo tiempo, el partido se endureció con unos choques de Quincoces e Idigoras y Argües con Paquito, y el arbitro González Echeverría, algo desconcertado, se decidió por la vía directa pitando las faltas que eran, y lo que no era falta. El Valencia, muy codicioso, forzó tres córners consecutivos y otros dos un poco después, pero el Español recuperó la iniciativa, y a los veinte minutos el arbitro castigó fuera del área un penal a Boy. Zamora intervino con acierto un par de veces. El Valencia está jugando con Guillot, Totó y Núñez en la delantera y el partido da la impresión dé estar acabado, aunque todavía falta un cuarto de hora.
El juego ya no es más que un rudo forcejeo en el que menudean las faltas y sin que las puertas pasen peligro. Los minutos van transcurriendo sin nada que destacar hasta que segundos después del último córner del Español y cuando el Valencia, tras alejar la pelota, había incurrido en falta una vez más, se agotó el tiempo. El partido había sido azotado por un ventarrón que ayudó a deslucir el juego poco brillante que habían realizado los dos equipos acuciados por la necesidad de puntuar pero temerosos de no conseguirlo. Venció el Español por un resultado muy apretado pero totalmente merecido.
Dos a uno, y difícilmente podría hallarse en el desarrollo del partido muchas más ocasiones convertibles en gol, dan idea del equilibrio de fuerzas, o mejor dicho, del equilibrio del poder destructivo que enfrentaron españolistas y mestalleros con el objetivo declarado de ganar los blanquiazules y solamente de empatar les levantinos. La victoria fue, pues, el fruto del afán de vencer frente a la conformidad con el empate.
Consciente cada cual de las posibilidades del contrincante, tal vez como consecuencia del reconocimiento de las propias limitaciones, los dos equipos se aprestaron, dentro de la orientación que debían dar a su juego según los peculiares objetivos, a anular al contrario. Para ellos imperaba, como puede deducirse, el lema de seguridad ante todo. Era muy necesario, era imprescindible ganar. Por lo menos eso rezaba para el Español. Pero casi lo era tanto el ser sorprendido y perder de golpe todas las esperanzas. Por consiguiente, había que sacrificar parte del ataque para defenderse.
Prácticamente, pues, el Español puso en marcha un prudentísimo 4-3-3, es decir una defensa muy sólida, una media que ocupase toda el centro del terreno y una delantera con dos puntas y un solo extremo. Pese a la numeración, los defensas del Español fueron Ferrando, Bartolí, Argilés y Riera: la media, Muñoz y Maguregui, con el apoyo de Boy; y en la delantera, Kubala (que procuraba cubrir el extremo derecho), Idígoras y Martínez.
Durante la primera parte, Maguregui, en plena forma física, condujo el equipo con su juego reposado, preciso e incisivo, y el Español logró adueñarse del campo y aposentarse en el marcador; en el segundo tiempo bajó el rendimiento de Maguregui y bajó el del Español como conjunto, pero logró contener al Valencia y defender con éxito el gol de su mínima ventaja.
Vestido de blanco, al Valencia no le faltó nada para parecer un fantasma, el fantasma de sí mismo, de aquel gran equipo que fue y que ahora, a pesar de los nombres de los buenos jugadores que lo constituyen, no es ni la sombra del de antaño. El Valencia fue un equipo sin personalidad, que realizó un juego mediocre, sin otra ambición que salvar vergonzantemente un empate, meramente destructivo. A juzgar por su actuación en Sarria solamente conserva de su pasado esplendor su peculiar dureza, pero así como en su buena época era eaa dureza noble y reluciente de granito, la de ahora es marrullera, peligrosa, censurable. La dureza del pobre juego, que se refugia en ella como su último recurso. Del Valencia sólo destacó un veterano, Sánchez Lage, y la buena voluntad de Guillot, que actuó lesionado desde los cuarenta y un minutos de la primera parte.
Las posibilidades del Valencia fueron muy escasas, pero sujo aprovecharlas, como lo demostró con su único gol, aunque la oportunidad que le brindó el Español fue tan clara que ningún equipo la hubiese malogrado. Con decir que el debutante Totó, tan poco afortunado como nos parece su sobrenombre para un delantero centro, fue quien facilitó el gol a Guillot, está dicho todo. El Valencia aprovechó la única ocasión que tuvo. Y no logró impedir que el Español le venciese aunque fuese por los pelos. El marcaje valenciano de hombre por hombre no pudo evitar los dos goles que le marcaron un delantero y un defensa, Maguregui y Muñoz, que actuaron en realidad de volantes.
Antes de que el Español lograse su primer gol, Idígoras en el primer minuto y Núñez, en el diecisiete, habían desperdiciado las dos primeras oportunidades. Entre una y otra, Muñoz había sido derribado cuando bascaba la puerta valenciana. El primer gol españolista fue de primorosa ejecución con un pase de Idígoras a Kubala, situado de extremo derecha, quien peso la pelota a los pies de Maguregui. Sin parar, el vasco metió el pie con la habilidad necesaria para que la pelota saliese rasa, en lugar de saltar como tantas veces ocurre en situaciones parecidas por encima del larguero. Zamora no pudo evitar ser batido. Iban dieciocho minutos de juego.
El Valencia replicó a este gol y estropeó un par de ocasiones antes de que Guillot y Totó se encontrasen solos ante Bartolí, en un exceso de confianza de la defensa blanquiazul, y les fue fácil burlarle, asi como a Joanet que además saltó en lugar de lanzarse rápidamente al suelo. El empate a uno a los treinta y ocho minutos volvió la inquietud al bando españolista que acusó el impacto hasta el punto de que Joanet tuvo que efectuar una salida desesperada para evitar que Guillot marcase otra vez. Guillot resultó lesionado y se retiró hasta el segundo tiempo. En el último minuto de la primera parte, la pelota pasó desde Joanet por Riera, Martínez e Idígoras hasta la puerta del Valencia donde Muñoz remató de cabeza, devolviendo el larguero ia pelota. El propio Muñoz remató de nuevo con el pie obteniendo el segundo gol del Español.
Con el resultado oscilando alrededor de un solo gol de diferencia y tras salvar Sánchez Lage un tanto sobre la línea de puerta al comeazar el segundo tiempo, el partido se endureció con unos choques de Quincoces e Idigoras y Argües con Paquito, y el arbitro González Echeverría, algo desconcertado, se decidió por la vía directa pitando las faltas que eran, y lo que no era falta. El Valencia, muy codicioso, forzó tres córners consecutivos y otros dos un poco después, pero el Español recuperó la iniciativa, y a los veinte minutos el arbitro castigó fuera del área un penal a Boy. Zamora intervino con acierto un par de veces. El Valencia está jugando con Guillot, Totó y Núñez en la delantera y el partido da la impresión dé estar acabado, aunque todavía falta un cuarto de hora.
El juego ya no es más que un rudo forcejeo en el que menudean las faltas y sin que las puertas pasen peligro. Los minutos van transcurriendo sin nada que destacar hasta que segundos después del último córner del Español y cuando el Valencia, tras alejar la pelota, había incurrido en falta una vez más, se agotó el tiempo. El partido había sido azotado por un ventarrón que ayudó a deslucir el juego poco brillante que habían realizado los dos equipos acuciados por la necesidad de puntuar pero temerosos de no conseguirlo. Venció el Español por un resultado muy apretado pero totalmente merecido.