Miguel Garrobé llego al Valencia a principios de 1924. Fichado al tiempo que Benito Roca y Francisco Reyes, fueron los primeros futbolistas profesionales que llegaron desde el fútbol catalán. Allí, Miguel se había forjado la leyenda de defensa inexpugnable, poderoso en el juego aéreo y un adelantado a su tiempo en la anticipación defensiva. Comenzó a jugar en el Regimiento Victoria Eugenia, pasando posteriormente por varios equipos de Barcelona como el Júpiter o el Europa. Según los cronistas de la época, en Valencia jugó como defensa izquierdo, dominador de su zona y capaz de sacar el balón jugado con buen criterio. Subía con facilidad el balón, y no solía fallar los pases, y su capacidad ofensiva le permitió ser alineado en algunos amistosos como extremo zurdo a modo de prueba.

En Mestalla formó un dúo sensacional con Reyes, con quien ya había compartido línea defensiva en el Júpiter, en una relación simbiótica que les permitía complementarse a la perfección. Su reinado en la zaga se extendió durante toda la mitad de la década de los años 20, alcanzando su momento zenit con el debut con la selección española en partido amistoso contra Portugal, disputado en Madrid el 29 de mayo de 1927. Curiosamente, aquel estreno internacional supuso el punto de inflexión a su carrera, que comenzó su declive de forma algo prematura. En el curso del 28, las crónicas fueron bastante críticas con él, incidiendo en cómo los delanteros solían superarle por velocidad. Finalizada la campaña, con 24 años, se le dio la baja, y Miguel fichó por el Extremeno para, posteriormente, jugar en la Gimnástica de Torrelavega, donde se retiró pasado el tiempo.