Edgar Caseiro fue la gran promesa frustrada de finales de los años 90. El Valencia creyó ver en él un proyecto de estrella cuando, a principios de 1999, se hizo con sus servicios. En aquel momento era una de las joyas del fútbol portugués. Capitán de la selección sub-18 que había ganado la Eurocopa de la categoría, su currículum presentaba una treintena de internacionalidades con las selecciones inferiores. Jugaba en el filial del Benfica, en cuyo primer equipo llegó a debutar.

La mareante oferta del Valencia hizo que rompiera con el equipo luso, cuya propuesta para renovar y pasar al primer equipo desechó, provocando su enfrentamiento con el presidente y su apartamiento del equipo. Por este motivo, cuando Caseiro llegó al Valencia, llevaba casi medio año parado. Su destino inicial fue el primer equipo e hizo la pretemporada a las órdenes de Héctor Cúper, pero su juventud y mal estado físico, terminó por mandarle decidió al Córdoba. Allí no le fueron bien las cosas, ya que el entrenador, Pepe Escalante, no contó apenas con él y sólo jugó dos partidos. Volvió a Portugal, y terminó la temporada 1999-2000 en el Felgueiras, también como cedido.

Su negativo balance en el Córdoba y en el Felgueiras hizo que en Valencia se perdiera parte de la confianza que se tenía en él. Pasó al Valencia B, que había bajado a Tercera División. Un año después volvió a hacer la pretemporada con el primer equipo de Mestalla, aunque el Valencia lo puso en el mercado para intentar traspasarlo o cederlo, y se baraja incluso la posibilidad de darle la carta de libertad. Finalmente recala en el Rio Ave, de la Segunda División portuguesa, donde volvió a encontrar su mejor nivel.

En la temporada 2002-2003 volvió a Valencia y colaboró de forma modesta, con 6 goles en 19 partidos, a la buena campaña realizada por el equipo filial. Finalizado el curso, y sin sitio en el Mestalla, Caseiro regresa a su país para militar en los modestos FC Maia y Padroense FC, donde se retira definitivamente en 2005, con sólo 25 años de edad.