Ficha de partido
RCD Mallorca
0 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
2
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Nando Martínez
14'
Carlos Arroyo (Falta)
41'
Stojadinovic
42'
Descanso
45'
VidalPedraza
45'
GuillermoParra
47'
Nando Martínez
50'
Eloy Olaya
52'
Paco FerrandoEloy Olaya
55'
Voro González
75'
Álvaro
75'
Guillermo
86'
Emilio FenollToni Gomes
89'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: RCD Mallorca
Records vs RCD Mallorca
Máximo goleador: Silvestre Igoa (7 goles)
Goleador rival: Ninguno
Más partidos: Santi Cañizares (18 partidos)
Mayor victoria: 8 - 0 (07.05.1950)
Mayor derrota: 0 - 4 (19.02.1961)
Más repetido: 1-0 (11 veces)
Crónica
Aproximadamente unos 15.000 espectadores se dieron cita en el estadio mallorquín en una tarde desapacible por el frío, el viento y la llovizna que cayó durante todo el encuentro. El césped del Luis Sitjar presentaba el deplorable aspecto de costumbre, con más calvas que otras veces, eso sí. Ezaki y Fernando actuaron como capitanes de sus respectivo equipos. El Mallorca botó cinco saques de esquina por uno del Valencia, en la segunda mitad. Presenciando el partido se encontraban algunos jugadores de la selección española de básquet, que disfrutaron así de su día de descanso.
Comenzó arbitrando el encuentro Enríquez Negreira, del colegio catalán, pero tuvo que ser sustituido en el minuto 30 por su linier, Aparicio González, también de este colegio, que fue quien se encargó del partido hasta el pitido final. En su debe hay que contabilizar la señalización de la mano que dio el triunfo al Valencia, cuando tenía todos los tintes de involuntariedad, mientras que dejó sin sancionar otra acción de Parra, dentro de su propia área, que parecía mucho más clara. Enríquez Negreira sací una tarjeta amarilla a Nando, en el minuto 14, por una zancadilla a Pedraza y su sustituto le mostró la segunda en el minuto 50 por una acción punible sobre Álvaro, por lo que abandonó el terreno de juego.
Gol: 0-1, minuto 39. Falta directa al borde del área que ejecuta Arroyo. El balón, tras golpear en la barrera, entra mansamente, ante la desesperada estirada de Ezaki.
Al Mallorca se le acabó la suerte. Y al brujo de Sa Pobla, la magia. Las pócimas de Serra Ferrer han durado hasta la jornada once, sorprendiendo al más optimista y desconcertando al más pesimista. Sin embargo, tras el varapalo recibido en El Molinón, el conjunto isleño ha perdido parte de la confianza y el buen hacer por el que se había caracterizado en este primer tercio liguero. Todavía no pasa nada. Pero la penosa imagen que ofreció el Mallorca ante sus propios seguidores les hizo olvidar los delirios de grandeza con el equipo encaramado a los primeros puestos de la tabla, y les devolvió a las miserias de la
mediocridad. El mallorca sólo puede usar su mejor arma: la lucha sin tregua. En el momento que los jugadores abandonan esta idea y se dedican a florituras y otras lindezas, adiós. Y eso es lo que ha estado pasando en las últimas jornadas. Ante el Atlético de Madrid se jugó con temor, al Sporting se le perdonó en demasía y frente al Valencia se volvieron a repetir los mismos errores. Y lo que es peor, se sigue sin tener el menor ritmo atacante y todo queda reducido a los embates encorajinados del primero que se acerque por el área rival.
Y es que el Valencia se ubicó sobre el maltrecho césped del Luis Sitjar con una estrategia bien diseñada. Sin miedos, sin recelos, sin desprecios, pero con una actitud envidiable. Espárrago no se amedrentó con el equipo guerrero y batallador que se presumía que era el Mallorca y alineó a tres puntas claros: Toni, Penev y Eloy, una iniciativa que antes nadie se atrevió a usar aquí. Por detrás de ellos, la pierna mágica y siempre sabía de Fernando, que estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno para ayudar a destruir, o para poner la primera piedra en el juego de ataque che. Y más atrás aún, una línea defensiva tan segura, firme y serena que recordaba a la del Mallorca de las primeras jornadas. En cambio, el anunciado ímpetu ofensivo del conjunto local quedó en el olvido desde el momento en que su técnico decidió la inclusión de Sánchez Clemente en el once titular. La divulgada táctica del 3-5-2 se quedó en el clásico 4-4-2. De todas formas
el control del juego durante los primeros cuarenta y cinco minuto estuvo siempre del lado bermellón, que, fiel a su costumbre, se mantenía en ataque, y eso que obligaron a Ochotorena a lucirse en al menos seis acciones durante éste periodo. Sin embargo, la suerte le estaba siendo esquiva al conjunto local, que por iniciativa y ocasiones debía mandar en el marcador. Y para acabar de redondear la tarde llegó la mano de Fradera fuera del área. Fue una acción involuntari, aunque clara, porque el mal despeje de cabeza le cayó al propio jugado en el brazó. Unos la pitan, otros no. Aparicio González, sí.
La segunda mitad se inició con la entrada, casi simultánea, de Vidal y Guillermo, lo que dotó a la delantera isleña de una movilidad de la que había adolecido hasta entonces. Sin embargo, la suerte le había dado la espalda al Mallorca y en la mejor jugada de la tarde (minuto 51), Alvaro se fue entre dos defensas centró medido y el cabezazo de Guillermo se estrelló en el poste cuando en el graderío ya se gritaba el gol. Ahí estuvo la clave. Después sólo se vieron tímidos ataques alocados y contra-reloj. Y claro, así no se va a ninguna parte.
Comenzó arbitrando el encuentro Enríquez Negreira, del colegio catalán, pero tuvo que ser sustituido en el minuto 30 por su linier, Aparicio González, también de este colegio, que fue quien se encargó del partido hasta el pitido final. En su debe hay que contabilizar la señalización de la mano que dio el triunfo al Valencia, cuando tenía todos los tintes de involuntariedad, mientras que dejó sin sancionar otra acción de Parra, dentro de su propia área, que parecía mucho más clara. Enríquez Negreira sací una tarjeta amarilla a Nando, en el minuto 14, por una zancadilla a Pedraza y su sustituto le mostró la segunda en el minuto 50 por una acción punible sobre Álvaro, por lo que abandonó el terreno de juego.
Gol: 0-1, minuto 39. Falta directa al borde del área que ejecuta Arroyo. El balón, tras golpear en la barrera, entra mansamente, ante la desesperada estirada de Ezaki.
Al Mallorca se le acabó la suerte. Y al brujo de Sa Pobla, la magia. Las pócimas de Serra Ferrer han durado hasta la jornada once, sorprendiendo al más optimista y desconcertando al más pesimista. Sin embargo, tras el varapalo recibido en El Molinón, el conjunto isleño ha perdido parte de la confianza y el buen hacer por el que se había caracterizado en este primer tercio liguero. Todavía no pasa nada. Pero la penosa imagen que ofreció el Mallorca ante sus propios seguidores les hizo olvidar los delirios de grandeza con el equipo encaramado a los primeros puestos de la tabla, y les devolvió a las miserias de la
mediocridad. El mallorca sólo puede usar su mejor arma: la lucha sin tregua. En el momento que los jugadores abandonan esta idea y se dedican a florituras y otras lindezas, adiós. Y eso es lo que ha estado pasando en las últimas jornadas. Ante el Atlético de Madrid se jugó con temor, al Sporting se le perdonó en demasía y frente al Valencia se volvieron a repetir los mismos errores. Y lo que es peor, se sigue sin tener el menor ritmo atacante y todo queda reducido a los embates encorajinados del primero que se acerque por el área rival.
Y es que el Valencia se ubicó sobre el maltrecho césped del Luis Sitjar con una estrategia bien diseñada. Sin miedos, sin recelos, sin desprecios, pero con una actitud envidiable. Espárrago no se amedrentó con el equipo guerrero y batallador que se presumía que era el Mallorca y alineó a tres puntas claros: Toni, Penev y Eloy, una iniciativa que antes nadie se atrevió a usar aquí. Por detrás de ellos, la pierna mágica y siempre sabía de Fernando, que estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno para ayudar a destruir, o para poner la primera piedra en el juego de ataque che. Y más atrás aún, una línea defensiva tan segura, firme y serena que recordaba a la del Mallorca de las primeras jornadas. En cambio, el anunciado ímpetu ofensivo del conjunto local quedó en el olvido desde el momento en que su técnico decidió la inclusión de Sánchez Clemente en el once titular. La divulgada táctica del 3-5-2 se quedó en el clásico 4-4-2. De todas formas
el control del juego durante los primeros cuarenta y cinco minuto estuvo siempre del lado bermellón, que, fiel a su costumbre, se mantenía en ataque, y eso que obligaron a Ochotorena a lucirse en al menos seis acciones durante éste periodo. Sin embargo, la suerte le estaba siendo esquiva al conjunto local, que por iniciativa y ocasiones debía mandar en el marcador. Y para acabar de redondear la tarde llegó la mano de Fradera fuera del área. Fue una acción involuntari, aunque clara, porque el mal despeje de cabeza le cayó al propio jugado en el brazó. Unos la pitan, otros no. Aparicio González, sí.
La segunda mitad se inició con la entrada, casi simultánea, de Vidal y Guillermo, lo que dotó a la delantera isleña de una movilidad de la que había adolecido hasta entonces. Sin embargo, la suerte le había dado la espalda al Mallorca y en la mejor jugada de la tarde (minuto 51), Alvaro se fue entre dos defensas centró medido y el cabezazo de Guillermo se estrelló en el poste cuando en el graderío ya se gritaba el gol. Ahí estuvo la clave. Después sólo se vieron tímidos ataques alocados y contra-reloj. Y claro, así no se va a ninguna parte.