Ficha de partido
Valencia CF
0 - 2
FC Barcelona
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Descanso
45'
Cruyff
60'
Kurt JaraSergio Manzanera
62'
ToméSotil
70'
Cruyff
80'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
Dos jugadas, tan hábiles como espectaculares, de Johan Cruyff, han decidido este Valencia - Barcelona, el gran choque de la penúltima jornada de la primera vuelta de la Liga. Vale decir que el ariete azulgrana ha sido el peso que decantó la balanza de un choque técnicamente muy discreto, igualado en oportunidades y tenso en su desarrollo hasta nueve minutos del final, cuando al Valencia recibió la estocada decisiva con el segundo gol visitante.
Frente a un Valencia que se jugaba prácticamente su última carta para mantenerse en el pelotón de cabeza (pelotón que comandó durante un buen trecho de esta primera vuelta) y que actuó por ello con demasiados nervios para conseguir un fútbo medianamente coordinado, el Barcelona presentó la baza de la serenidad y el mejor orden de su conjunto. Un conjunto en el que hubo claros y errores, sobre todo en el servicio, pero que siempre manifestó una mayor firmeza y cohesión que el contrario.
La ventaja nació, a nuestro juicio, del trabajo esforzado, constante y casi siempre soberbio de Marcial y Juan Carlos, que no sólo aliviaban la crisis de su cobertura, sino que servían de enlaces extraordinarios al juego de despliegue del equipo. Como Asensi trabajó también lo suyo, el Barcelona supo contener las deshilvanadas ofensivas locales del primer tiempo, en las que sólo Valdez tenía ideas claras y profundas. Mal acompañado y peor respaldado, se contentó sólo con dar algún susto, pero sin componer su autoridad a la retaguardia azulgrana, pese a los boquetes que abrían en ella la lentitud de Gallego y la inconstancia de Costas y De la Cruz. La presencia de Marcial, Juan Carlos e incluso de Cruyff, y la tenacidad del bulldog futbolístico de Torres taponaron todas esas brechas que cerraron al Valencia cualquier posibilidad de encontrar un hueco fácil para sus intentos.
El Valencia tuvo en el primer tiempo un Claramunt clarividente y un Sol temible en sus arrancadas. Pero ninguno de los dos lograba imponer su ley, porque Quino y Adorno no exhibían más que torpezas y vacilaciones, y Sergio, el fugaz extremo derecha, perdía toda su garra en una inútil ensalada de driblings. Como el Barcelona se esforzaba más en taponar y cerrar caminos que en abrirse hacia el portal contrario, los 45 minutos iniciales apenas tuvieron alguna acción espectacular y discurrieron, dentro de un nivel de lucha apacible, pero sin ningún chispazo brillante. Un cabezazo que falló Sotil en una falta sacada por Rexach, dos intervenciones acertadas de Gallego para salvar otros tantos y peligrosos balones, un tiro lejano de Claramunt, otro de Valdez y un disparo de Asensi, fueron lo único digno de anotarse. Muy poco para la importancia del choque y para lo que estaba en juego por parte de los dos equipos.
Estaba claro que Michels había jugado la carta de la previsión y del desgaste durante la parte inicial. Porque tras el descanso, el Barcelona sentó ya un fútbol más ofensivo, aunque los errores en el pase (facilitados, todo hay que decirlo, por el estado del campo), le impedían concretar una superioridad que se vislumbraba y se tocaba. Una oportunidad de oro de Rexach que, a los 8 minutos, se quedó solo ante Meléndez y que no logró plasmar en el marcador, fue el primer aviso serio que los azuigrana hacían desde el comienzo del match.
Mientras los centrocampistas barcelonistas seguían mandando y ahogando todos los esfuerzos locales, Cruyff comenzó a salir de la especie de sueño en que parecía haberse sumido. Si los mayores laureles del partido, desde un punto de vista de trabajo, no se le pueden atribuir, lo cierto es que el genial holandés volante fue quien canalizaría el éxito de su equipo. El primer gol, de un espléndido remate de cabeza, coronando una gran jugada suya con Rexach, llevó ya el sello de la grandeza balompédica que puso al Valencia totalmente en rodillas.
Di Stéfano cambió al alocado Sergio por el duro y más decidido Jara en esfuerzo desesperado para igualar, por lo menos, la suerte del cotejo. Pero el Barcelona, aun abierto a la ofensiva commo ya hemos dicho, mantenía su plena capacidad de deducción con el apoyo siempre permanente de Asensi, Marcial y Juan Carlos. Para evitar cualquier filtración, Michels hizo entrar al correoso Tome, que ocupó el puesto del desangelado Sotil, a quien la lluvia pareció molar toda su pólvora remetadora.
El 0-1 tenía prácticamente carácter definitivo, porque el Valencia seguía sin encontrar la senda de la cohesión en sus intentos y cada uno de sus hombres campaba por sus respetos. El Barcelona siempre era más temible en su ensayos. Con todo, se rozó la igualada cuando el árbitro, muy quisquilloso con los fueras de juego ingenuos alejados del marco, paso por alto una situación antirreglamentaria de Jara y permitió a Quino profundizar hasta el marco catalán. La salida desesperada de Sadurni evitó el tanto, que ya se mascaba. Y ahí el Valencia perdió la gran ocasión que le había brindado la ceguera del colegiado.
El Barcelona, aunque el reloj corría a su favor, intuyó el peligro de verse desposeído de una victoria que por su mejor orden y solidez merecía, y se tornó más agresivo. Fruto de ello fue el segundo gol. Medio regalo de la nerviosa zaga valenciana, pero que sólo un hombre como Cruyff podia aprovechar. Dos remates secos y un tiro en ángulo casi increíble sentenciaron el resultado final.
El Valencia pudo aspirar a un mejor resultado. Tal vez a un empate. Pero sus errores fueron demasiado abundantes como para que se culminaran sus ambiciones. Y, además, allí enfrente estaba ese diablo de Cruyff, ese as que parece pasar desapercibido hasta que se saca de la manga la jugada más genial e inesperada. Esta vez no fue una excepción, Y ahi está ese 0-2 para dar ejemplo de ello.
Frente a un Valencia que se jugaba prácticamente su última carta para mantenerse en el pelotón de cabeza (pelotón que comandó durante un buen trecho de esta primera vuelta) y que actuó por ello con demasiados nervios para conseguir un fútbo medianamente coordinado, el Barcelona presentó la baza de la serenidad y el mejor orden de su conjunto. Un conjunto en el que hubo claros y errores, sobre todo en el servicio, pero que siempre manifestó una mayor firmeza y cohesión que el contrario.
La ventaja nació, a nuestro juicio, del trabajo esforzado, constante y casi siempre soberbio de Marcial y Juan Carlos, que no sólo aliviaban la crisis de su cobertura, sino que servían de enlaces extraordinarios al juego de despliegue del equipo. Como Asensi trabajó también lo suyo, el Barcelona supo contener las deshilvanadas ofensivas locales del primer tiempo, en las que sólo Valdez tenía ideas claras y profundas. Mal acompañado y peor respaldado, se contentó sólo con dar algún susto, pero sin componer su autoridad a la retaguardia azulgrana, pese a los boquetes que abrían en ella la lentitud de Gallego y la inconstancia de Costas y De la Cruz. La presencia de Marcial, Juan Carlos e incluso de Cruyff, y la tenacidad del bulldog futbolístico de Torres taponaron todas esas brechas que cerraron al Valencia cualquier posibilidad de encontrar un hueco fácil para sus intentos.
El Valencia tuvo en el primer tiempo un Claramunt clarividente y un Sol temible en sus arrancadas. Pero ninguno de los dos lograba imponer su ley, porque Quino y Adorno no exhibían más que torpezas y vacilaciones, y Sergio, el fugaz extremo derecha, perdía toda su garra en una inútil ensalada de driblings. Como el Barcelona se esforzaba más en taponar y cerrar caminos que en abrirse hacia el portal contrario, los 45 minutos iniciales apenas tuvieron alguna acción espectacular y discurrieron, dentro de un nivel de lucha apacible, pero sin ningún chispazo brillante. Un cabezazo que falló Sotil en una falta sacada por Rexach, dos intervenciones acertadas de Gallego para salvar otros tantos y peligrosos balones, un tiro lejano de Claramunt, otro de Valdez y un disparo de Asensi, fueron lo único digno de anotarse. Muy poco para la importancia del choque y para lo que estaba en juego por parte de los dos equipos.
Estaba claro que Michels había jugado la carta de la previsión y del desgaste durante la parte inicial. Porque tras el descanso, el Barcelona sentó ya un fútbol más ofensivo, aunque los errores en el pase (facilitados, todo hay que decirlo, por el estado del campo), le impedían concretar una superioridad que se vislumbraba y se tocaba. Una oportunidad de oro de Rexach que, a los 8 minutos, se quedó solo ante Meléndez y que no logró plasmar en el marcador, fue el primer aviso serio que los azuigrana hacían desde el comienzo del match.
Mientras los centrocampistas barcelonistas seguían mandando y ahogando todos los esfuerzos locales, Cruyff comenzó a salir de la especie de sueño en que parecía haberse sumido. Si los mayores laureles del partido, desde un punto de vista de trabajo, no se le pueden atribuir, lo cierto es que el genial holandés volante fue quien canalizaría el éxito de su equipo. El primer gol, de un espléndido remate de cabeza, coronando una gran jugada suya con Rexach, llevó ya el sello de la grandeza balompédica que puso al Valencia totalmente en rodillas.
Di Stéfano cambió al alocado Sergio por el duro y más decidido Jara en esfuerzo desesperado para igualar, por lo menos, la suerte del cotejo. Pero el Barcelona, aun abierto a la ofensiva commo ya hemos dicho, mantenía su plena capacidad de deducción con el apoyo siempre permanente de Asensi, Marcial y Juan Carlos. Para evitar cualquier filtración, Michels hizo entrar al correoso Tome, que ocupó el puesto del desangelado Sotil, a quien la lluvia pareció molar toda su pólvora remetadora.
El 0-1 tenía prácticamente carácter definitivo, porque el Valencia seguía sin encontrar la senda de la cohesión en sus intentos y cada uno de sus hombres campaba por sus respetos. El Barcelona siempre era más temible en su ensayos. Con todo, se rozó la igualada cuando el árbitro, muy quisquilloso con los fueras de juego ingenuos alejados del marco, paso por alto una situación antirreglamentaria de Jara y permitió a Quino profundizar hasta el marco catalán. La salida desesperada de Sadurni evitó el tanto, que ya se mascaba. Y ahí el Valencia perdió la gran ocasión que le había brindado la ceguera del colegiado.
El Barcelona, aunque el reloj corría a su favor, intuyó el peligro de verse desposeído de una victoria que por su mejor orden y solidez merecía, y se tornó más agresivo. Fruto de ello fue el segundo gol. Medio regalo de la nerviosa zaga valenciana, pero que sólo un hombre como Cruyff podia aprovechar. Dos remates secos y un tiro en ángulo casi increíble sentenciaron el resultado final.
El Valencia pudo aspirar a un mejor resultado. Tal vez a un empate. Pero sus errores fueron demasiado abundantes como para que se culminaran sus ambiciones. Y, además, allí enfrente estaba ese diablo de Cruyff, ese as que parece pasar desapercibido hasta que se saca de la manga la jugada más genial e inesperada. Esta vez no fue una excepción, Y ahi está ese 0-2 para dar ejemplo de ello.