Ficha de partido: 23.04.1967: FC Barcelona 2 - 1 Valencia CF

Ficha de partido

FC Barcelona
FC Barcelona
2 - 1
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Pereda
15'
Benítez (Pen.)
35'
Descanso
45'
Poli MuñozAsist: Waldo Machado
54'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Camp Nou
Aforo: 99.354 espectadores
Ubicación: Barcelona (Barcelona) 
Inauguración: 24/09/1957

Rival: FC Barcelona

Records vs FC Barcelona

Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)

Crónica

Algo tiene el choque levantino extre los dos grandes equipos mediterráneos de Barcelona y Valencia, que aún en una jornada como esta, de cierre de competición, sin mayor interés para la clasificación de ambos conjuntos, puede despertar tanta expectación, congregar a tantos aficionados y conseguir que éstos salgan del campo relativamente satisfechos, aún sentadas todas aquellas premisas de la carencia de gancho, sobre el papel, desmentidas luego sobre el verde gazón de las realidades deportivas.

Se impuso el once azulgrana en los primeros cuarenta y cinco minutos, desbordó al apagado conjunto visitante, reaccionó éste en la segunda mitad del partido, y entró el tal en una verdadera batalla por el triunfo, al acercar el gol de Poli las pretensiones de los derrotados a la disminuida fuerza de los finalmente vencedores.

La frialdad de la primera parte se vio susituida por un creciente calor de competición en la segunda, ribeteada, incluso, por la fuerza que imprimieron los visitantes a su juego, desconocidos en comparación con las maneras demostradas en los minutos iniciales. Por lo que resulta evidente justicia el tanteo final del encuentro, discreto éste, satisfactorio para el público el espectáculo, aleccionador para el entrenador el desempeño de sus jugadores ante el inminente torneo de Copa.

La nostalgia, prima hermana de la desilusión, iban a manifestarse de entrada, con el pobre desempeño de los jugadores valencianos, muy otros de los que compusieron aquel equipo lleno de fuerza, de garra, de dureza y de calidad agonística, que irrumpieron en el campeonato de Liga dispuestos a hacer tabla rasa con todos los equipos que se le pusieran por delante.

Fue el conjunto que acaudillaba Mundo, el que marcó la línea de moda en el fútbol español en los comienzos de temporada. El acierto de aquel par de rompedores que se llaman Ansola y Waldo colocó al brasileño en la cabeza los goleadores nacionales y su ventaja llegó a ser tan grande que ya no pudo ser alcanzado por los demás artilleros del país en el resto del torneo. Ni aún cuando el equipo vino a menos para convertirse en aquel desgarbado y deshilachado once que nos era agradable ver, entre nostálgicos y desilusionados, en los primeros cuarenta y cinco minutos de un partido que cerraba la temporada, afirmaba al Barcelona en el subtitulo y relegaba a los del Turia a esa discreta posición. Muy de acuerdo con sus merecimientos a lo largo de la descendente campaña.

Por otra parte, el conjunto local, tampoco demostraba demasiadas virtudes, aunque si las suficientes como para imponerse al adversario. La seguridad de la zaga, la prudencia de Olivella, por detrás de Gallego bisando el cerrojo de los blancos oponentes, el rápido correr del balón hacia el ataque, desde unas bases que ocupaban con gracia Pereda, Endériz y Fusté, no podian ocultar la torpeza de un ataque que se empeñaba en deslizarse por el pasillo central de reducidas dimensiones, con desprecio, ya habitual, de toda la anchura del terreno.

Pese a todo llegaron dos goles, cifra mínima en atención a las oportunidades que se presentaron a lo largo de aquellos tres cuartos de hora. Ambos goles llegaron como acostumbran a producirse, en mayoría, los que llevan marchamo azulgrana de unos años a esta parte porque sí. Por la repajolera gracia de unos artilleros de primera, antes que por la rebuscada complicación de unas jugadas que se elaboraron cuidadosamente, geométricamente.

Así llegó el gol de Gallego, de un trallazo inmenso desde más de veinticinco metros, que dejó pálidos a los valencianos y eufóricos a unos espectadores cogidos tan de sorpresa como el meta Abelardo, que no acertó a enterarse de su fracaso hasta que recogió el cuero desde el fondo de las mallas. Esto sucedía poco después de haberse cumplido el cuarto de hora de juego. Y cinco minutos más tarde pudo ampliarse la ventaja, inadvertido el orsay de Zaldúa que daba lugar al fallido remate de Zaballa.

En los minutos últimos de aquel primer tiempo, una jugada de Rifé que depositó el baldo en los pies de Zaldúa, ocasionó el remate del navarro, la desviación a mano evidente de Mestre, bajo los palos, el consiguiente castigo máximo, lanzado por el habitual ejecutor, Benítez, y el segundo gol de un premio merecido para lo que se llevaba jugado hasta aquellos instantes.

Con el segundo acto cambió el decorado de aquella obra futbolística. Decorado y papeles fueron muy otros, perdido el aliento en los galones de la primera escena, resurgido el ímpetu de los que habían actuado como comparsas en el planteamiento de la obra. Los veinte minutos primeros de aquel segundo tiempo fueron lisa y llanamente para los visitantes, que sólo necesitaron diez para acortar distancias y poner en apuros, o a lo menos en entredicho, la licitud de un éxito. Este se produjo en definitiva, pero no sin apuros, siempre bajo la amenaza de una igualada hasta que el jugadón de Zaldúa, poco antes de que mediara aquella parte, puso en crisis a los valencianistas y les vino a demostrar, como a los espectadores, que si era posible el empate, no era menos probable una nueva ventaja de los azulgrana antes de que sonara el silbato final, antes de que cayera el telón definitivamente.

Pero no sucedió nada de lo dicho. Si Endériz daba muestras de cansancio, algo parecido ocurría en las filas forasteras, con calambres repetidos en el extremo derecha Terol, demasiado blando para resistir el ritmo de la Primera División, que apenas conoce desde escaso tiempo. Y como la zaga azulgrana se mentenia firme, y como sus oponentes del área contraria se imponían, a su vez, a los intermitentes ataques de los barcelonistas, se confirmó el resultado conocido hasta entonces, deslizado el encuentro por la incertidumbre de una posible alteración que no llegó a consumarse en ningún sentido, como era justo que así sucediera, en atención a los merecimientos de unos y de otros.

Los más relevantes actores del primer tiempo fueron Reina, Benítez, incluso Endériz, Pereda y Fusté, en el bando victorioso, y Abelardo con sus zagueros en el bando opuesto. En la segunda mitad y mientras se desplomaban Endériz o Terol, cobraban realce las intervenciones de Waldo, Claramunt y Poli, autor este último del gol de la aproximación a los diez minutos de juego aproximadamente. Pero todo el ardor de Waldo, ausente su lugarteniente Ansola, se estrelló ante la firmeza de la defensa barcelonista, difícil de salvar Gallego, respaldado todavía por Olivella, si no en una de sus mejores tardes, algo lento o desenganchado, sí capaz de taponar el resquicio necesario para la cómoda actuación del brasileño.