Ficha de partido
Real Sociedad
3 - 3
Valencia CF
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Marco Di VaioAsist: Carlos Marchena
8'
David Navarro
37'
Descanso
45'
Nihat
45'
Karpin
58'
Rubén Baraja
58'
Pablo AimarMarco Di Vaio
61'
Xisco MuñozFabio Aurelio
61'
De PaulaKovacevic
63'
Bernardo Corradi
66'
Miguel Ángel MistaBernardo Corradi
70'
Aranburu
80'
Rubén BarajaAsist: Pablo Aimar
82'
Xisco MuñozAsist: Stefano Fiore
88'
Nihat
91'
Final del partido
92'
Estadio
Rival: Real Sociedad
Records vs Real Sociedad
Máximo goleador: Mundo Suárez (21 goles)
Goleador rival: Satrústegui (10 goles)
Más partidos: Vicente Seguí (24 partidos)
Mayor victoria: 7 - 0 (15.09.1940)
Mayor derrota: 0 - 7 (06.05.1928)
Más repetido: 0-1 (20 veces)
Crónica
Ranieri va a tener razón. Al menos ayer. Lo de que su equipo sólo reacciona cuando tiene el agua hasta el cuello –aunque él utilizó una expresión escatológica– parece un hecho. A la vista está. Y también es una realidad que la defensa no es la que era. Ni mucho menos. El Valencia, ayer, desaprovechó una inmejorable oportunidad para encontrarse a sí mismo, para seguir en la lucha, para desterrar sus miedos, para acallar las críticas.
Frente a una Real Sociedad venida a menos, se adelantó en el marcador, se durmió en los laureles y después fue a remolque. En el tramo final del partido, convertido en un correcalles, remontó la desventaja –¡ay lo del agua al cuello!–, pero no supo mantenerla y se despidió de Anoeta con un pírrico empate que le sirve de bien poco. En poco más de cuarenta metros. En ese espacio se desenvolvió el Valencia, con las líneas muy juntas, especialmente la defensa y el centro del campo, y además lo hizo con mayor intensidad que en los últimos partidos. La reprimenda de Ranieri daba la sensación en el primer tiempo de haber surtido efecto porque hubo anticipación e intensa presión que la Real no podía sacudirse. Pero eso fue mero espejismo.
Bien es verdad que con ventaja en el marcador se juega muy cómodo y el gol de Di Vaio, apenas cumplidos nueve minutos, había puesto alas en las botas de los valencianistas y plomo en las del rival. Los de Ranieri estaban en mejores condiciones de jugar como querían, como les gusta, a la contra. Trataron de hacerlo pero con parsimonia, muy tranquilos. Excesivamente relajados. Triangulando con repetidos apoyos en busca de la sorpresa, aunque siempre dando más importancia a no perder el balón que a cualquier intención de sentenciar. Sin ambición ofensiva. Faltó la dirección. El maestro de ceremonias que marcara la diferencia, que estableciera un criterio claro. Ni Fiore, pegado a la banda, asumió la responsabilidad, ni Baraja tuvo las ideas claras, ni Fabio Aurelio fue el del primer tiempo de la pasada semana.
La Real se limitó a hacer su repetitiva y única jugada. Apertura a cualquier banda y centro hacia el punto de penalti. Y así hasta la saciedad. Pero con insistencia, sin desmayo, consciente de que no podía permitirse otra debacle. Luiz Alberto y Kovacevic avisaron de que no iban a bajar la guardia. Y tanto fue el cántaro a la fuente... que casi con el tiempo cumplido, una volea de Nihat desde la frontal puso en evidencia a Cañizares, que llegó tarde. El balón botó dos veces antes de llegar a la red. Anoeta vibró con su equipo ante la decepción de los valencianistas, que ya habían emprendido el camino del vestuario.
El segundo periodo, de inicio, apenas ofreció variación. El Valencia se defendió con relativo orden, se estiró con timidez, un poquito más cuando Aimar y Xisco reeemplazaron a Di Vaio y Fabio, y la Real siguió a lo suyo. Decidida. Como si llevara orejeras. Volcada en busca del gol, como en el periodo anterior, siempre con el mismo recurso: apertura y centro, apertura y centro. El juego entró en una fase de acciones anodinas, aburridas, con más imprecisiones que aciertos en el pase. El partido se convirtió en un ir y venir que se diluía en las inmediaciones de la frontal. Se enfrentaban dos equipos desesperados por las urgencias. Los guipuzcoanos por su complicada situación y los valencianistas porque dejaban claro que este bloque se duerme en los laureles con demasiada asiduidad.
La incorporación de Mista, a poco más de quince minutos para el final, fue como una bocanada de aire fresco para un Valencia grogui. El murciano, incisivo, inquietó a una defensa que hasta ese momento se desenvolvía con tranquilidad. Incluso un remate suyo que no atrapó Riesgo lo remachó Xisco, y aunque el árbitro parecía decidido a dar el gol, su ayudante permaneció estático, con la banderola en alto, y él lo invalidó. Y acto seguido, el 2-1, en jugada similar, protestada airadamente por los valencianistas. A partir de este momento el recuerdo de la arenga de Ranieri se hizo palpable. El Valencia, herido, se fue en busca del gol. Baraja y Xisco remontaron la desventaja sin que el equipo hubiese demostrado superioridad. Y lo que tenía que pasar pasó. Nihat, el mejor del partido, volvió a poner en evidencia al sistema defensivo de los de Ranieri.
Frente a una Real Sociedad venida a menos, se adelantó en el marcador, se durmió en los laureles y después fue a remolque. En el tramo final del partido, convertido en un correcalles, remontó la desventaja –¡ay lo del agua al cuello!–, pero no supo mantenerla y se despidió de Anoeta con un pírrico empate que le sirve de bien poco. En poco más de cuarenta metros. En ese espacio se desenvolvió el Valencia, con las líneas muy juntas, especialmente la defensa y el centro del campo, y además lo hizo con mayor intensidad que en los últimos partidos. La reprimenda de Ranieri daba la sensación en el primer tiempo de haber surtido efecto porque hubo anticipación e intensa presión que la Real no podía sacudirse. Pero eso fue mero espejismo.
Bien es verdad que con ventaja en el marcador se juega muy cómodo y el gol de Di Vaio, apenas cumplidos nueve minutos, había puesto alas en las botas de los valencianistas y plomo en las del rival. Los de Ranieri estaban en mejores condiciones de jugar como querían, como les gusta, a la contra. Trataron de hacerlo pero con parsimonia, muy tranquilos. Excesivamente relajados. Triangulando con repetidos apoyos en busca de la sorpresa, aunque siempre dando más importancia a no perder el balón que a cualquier intención de sentenciar. Sin ambición ofensiva. Faltó la dirección. El maestro de ceremonias que marcara la diferencia, que estableciera un criterio claro. Ni Fiore, pegado a la banda, asumió la responsabilidad, ni Baraja tuvo las ideas claras, ni Fabio Aurelio fue el del primer tiempo de la pasada semana.
La Real se limitó a hacer su repetitiva y única jugada. Apertura a cualquier banda y centro hacia el punto de penalti. Y así hasta la saciedad. Pero con insistencia, sin desmayo, consciente de que no podía permitirse otra debacle. Luiz Alberto y Kovacevic avisaron de que no iban a bajar la guardia. Y tanto fue el cántaro a la fuente... que casi con el tiempo cumplido, una volea de Nihat desde la frontal puso en evidencia a Cañizares, que llegó tarde. El balón botó dos veces antes de llegar a la red. Anoeta vibró con su equipo ante la decepción de los valencianistas, que ya habían emprendido el camino del vestuario.
El segundo periodo, de inicio, apenas ofreció variación. El Valencia se defendió con relativo orden, se estiró con timidez, un poquito más cuando Aimar y Xisco reeemplazaron a Di Vaio y Fabio, y la Real siguió a lo suyo. Decidida. Como si llevara orejeras. Volcada en busca del gol, como en el periodo anterior, siempre con el mismo recurso: apertura y centro, apertura y centro. El juego entró en una fase de acciones anodinas, aburridas, con más imprecisiones que aciertos en el pase. El partido se convirtió en un ir y venir que se diluía en las inmediaciones de la frontal. Se enfrentaban dos equipos desesperados por las urgencias. Los guipuzcoanos por su complicada situación y los valencianistas porque dejaban claro que este bloque se duerme en los laureles con demasiada asiduidad.
La incorporación de Mista, a poco más de quince minutos para el final, fue como una bocanada de aire fresco para un Valencia grogui. El murciano, incisivo, inquietó a una defensa que hasta ese momento se desenvolvía con tranquilidad. Incluso un remate suyo que no atrapó Riesgo lo remachó Xisco, y aunque el árbitro parecía decidido a dar el gol, su ayudante permaneció estático, con la banderola en alto, y él lo invalidó. Y acto seguido, el 2-1, en jugada similar, protestada airadamente por los valencianistas. A partir de este momento el recuerdo de la arenga de Ranieri se hizo palpable. El Valencia, herido, se fue en busca del gol. Baraja y Xisco remontaron la desventaja sin que el equipo hubiese demostrado superioridad. Y lo que tenía que pasar pasó. Nihat, el mejor del partido, volvió a poner en evidencia al sistema defensivo de los de Ranieri.