Francesco Tavano, más conocido en los círculos balompédicos como "Ciccio", fue uno de esos múltiples casos de jugadores italianos que pasaron por el Valencia de principios del siglo XXI con más pena que gloria, sin apenas dejar huella ni el esperado glamour transalpino.

Formado en la cantera de la Fiorentina, en 1998 pasó a vestir los colores del Pisa y después del exótico Rondinella, de la serie C2, donde marcó 16 goles en 34 encuentros, llamando la atención del Empoli. Ya en 2006, Tavano marca 18 goles en 35 partidos y empieza a venderse bien en la prensa italiana. Y entonces es cuando el Valencia del inefable Juan Soler, cómodamente instalado en la época del "serà per diners", muerde el anzuelo.

Fichado en agosto de 2006 por la nada despreciable cantidad de 10 millones de euros, fue una apuesta personal del nuevo y flamante director deportivo del equipo, el italiano Amedeo Carboni, ex-jugador del equipo y retirado la temporada anterior. Tavano firmó un contrato de cuatro años de duración, pero pronto se vio envuelto en la guerra intestina desatada entre Carboni y el entrenador del equipo, Quique Flores. Una situación clásica en la que el jefe, de pronto, pasa a subordinado y que ninguno supo gestionar. Lo dejaremos ahí.

El jugador no tuvo suerte. Desde el primer día se convirtió en motivo de enfrentamiento entre ambos y, como no jugaba, se dedicó a lucir su pelo extrañamente engominado y sus modelos de película de Serie B. Apenas tuvo oportunidades y, cuando las tuvo, las desaprovechó. Su espectacular bagaje como jugador del Valencia asciende a 221 minutos repartidos en 6 partidos en los que, por supuesto, no marcó un solo gol. Su apatía y su falta de integración le llevaron a marcharse cedido a la Roma en enero de 2007.

La temporada siguiente, se produjo otro fenómeno inexplicable: el Valencia consiguió colocar a Tavano en el Livorno por 6 millones de euros. Carboni ya no estaba y el jugador se fue por donde vino, dejando al Valencia con 4 kilos menos. Su destino no era otro que pasear su talento por la Serie B italiana, como las películas de las que parecía venir cuando aterrizó en Mestalla.