Ficha de partido
FC Barcelona
1 - 4
Valencia CF
Equipos titulares
10
11
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Fernando GómezAsist: Pepe Gálvez
11'
Juanjo Maqueda
18'
Descanso
45'
GuardiolaKoeman
46'
Sanchez JaraBakero
46'
Stoichkov
53'
Stoichkov
57'
BeguiristainEskurza
59'
Gaizka MendietaJuanjo Maqueda
61'
Eloy OlayaPepe Gálvez
65'
EusebioIvan
68'
Pedja Mijatovic
70'
Pep SererJuan Carlos Rodríguez
70'
Guardiola
78'
Eloy OlayaAsist: Álvaro Cervera
82'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
El Valencia abrió al Barca en canal, dictó sobre el Camp Nou una lección de anatomía futbolística y puso al descubierto numerosas flaquezas de un Barca que nunca supo responder al contragolpe del equipo valencianista y terminó goleado mientras el público abandonaba a toda prisa las gradas del Camp Nou. Un Camp Nou en obras, inacabado como este equipo de Johan Cruyff que ya ha terminado la pretemporada y llega al primer compromiso serio (la Supercopa, el sábado en Zaragoza), con escasas garantías.
Romario, que ayer pidió perdón a todo el orbe azulgrana, recibió una clara recomendación de Cruyff: "Ahora, a trabajar y punto". La reinserción del brasileño en la disciplina azulgrana es, sin duda, la única buena noticia que ayer recibieron los barcelonistas, previa al chaparrón de fútbol y goles que el Valencia les propinó a domicilio. El equipo levantino, que no sólo hizo un fútbol práctico, sino que lució en toda su magnitud a su gran figura, Mijatovic, se llevó el XXIX Trofeo Joan Gamper. El PSV Eindhoven, que ganó al Brescia por 2-1, quedó tercero.
El Barca del primer tiempo jugó a los despropósitos. Careció de organización y tampoco le acompañó la fortuna. No la tuvo Stoichkov en los remates. No le acompañó a Ferrer, netamente superado por Gálvez en el primer gol. También le dio la espalda a Lopetegui, que vio cómo el balón lanzado por Maqueda cambiaba de trayectoria al tropezar en un jugador del Valencia en el 0-2. Y, el círculo del infortunio barcelonista se cerró con un error arbitral, al anularse un gol marcado por Abelardo al picar de forma excelente un córner que Juan Carlos sacó desde dentro de la portería del Valencia.
Pero la suerte hay que buscarla y el único equipo que la persiguió durante el primer tiempo fue el Valencia. El equipo levantino diseñó a la perfección sus líneas sobre el bacheado césped del Camp Nou. Parreira dejó a Gálvez y Mijatovic en punta y dejó cuatro reputados defensas frente a Zubizarreta, quien después de seis años de hacer acrobacias sin red, va a jugar al fin con más escoltas de los que se trajo Romario del Brasil. Y contó con algo que tradicionalmente le ha faltado al equipo levantino: un centro del campo trabajador, donde Maqueda y Poyatos aportan tales dosis de laboriosidad que hacen cómodo el trabajo de sus restantes compañeros.
El Valencia, además, contaba con otro elemento favorable: la creciente inestabilidad de un Barça demasiado presionado por los deseos de agradar. Eskurza, que tuvo un comienzo prometedor y aún se permitió algunas florituras por la banda derecha, pronto empezó a dudar de sus propias posibilidades, falló en casi todas las acciones de uno contra uno frente a Romero y desperdició un gol cantado a pase de Hagi. Tampoco el rumano encontró la vena. Empezó pegado a la banda izquierda, donde desbordó en pocas ocasiones a Juan Carlos, pero luego deambuló sin rumbo aunque, eso sí, tratando de meter algún envío preciso a sus compañeros de ataque.
El Barca no encontró nunca la forma de sacudirse de encima esa presión ambiental. Le pesó el césped, le pesó la grada de su propio estadio y le pesó, sobre todo, el verse obligado a jugar siempre contra un marcador adverso. Quizá la alineación inicial (sin Guardiola como organizador), no era la idónea para perforar ese muro pedregoso que era el centro del campo del Valencia. Porque ni Nadal, que quiso sacar el balón jugado desde su defensa pero nunca se vio acompañado por el acierto, ni Ivan, que correteó buscando la pelota en vez de mandar él sobre el esférico, ni Koeman, que se decidió por el juego largo y cruzado, supieron llevar el timón de una nave demasiado frágil.
Una consecuencia de la sucesiva concatenación de errores y de la alarmante falta de ideas fue el bombeo pertinaz de balones sobre la portería del Valencia, para solaz de Camarasa, Giner y Zubizarreta. Stoichkov, sólo ante tamaños hércules, se limitó a protestar ora al arbitro, ora a sus compañeros, sin otro tributo al éxito de su equipo. Tras el descanso, con los veteranos Koeman y Bakero en la caseta, el Barça se reanimó durante unos instantes, en los que Nadal envió un balón al larguero y Stoichkov marcó el gol de su equipo. Pero del espejismo del empate se pasó al duro correctivo de la goleada.
El equipo azulgrana se echó más adelante pero lo hizo como el toro que embiste con furia y termina por entregarse ante el maestro. Zubizarreta, que fue recibido con una prolongada ovación, tuvo una noche tranquila hasta el extremo de convertirse en uno de los jugadores menos inquietados de su equipo. La defensa del Barça, que había tenido la suerte de espaldas en los dos primeros goles, pasó a dar unas muestras alarmantes de fragilidad. Hasta Abelardo, una de las grandes esperanzas de la temporada, fue mortificado por los sucesivos contragolpes del Valencia, que se enseñoreó del área del Barca y tuvo incluso el detalle de perdonarle a Lopetegui un escarnio mayor. Porque las ocasiones de gol del equipo que tanto cooperó a que el Barça ganara su cuarto título de Liga consecutivo se hicieron constantes ante un Barça hundido, que recibió el pitido final como una bendición del cielo.
Romario, que ayer pidió perdón a todo el orbe azulgrana, recibió una clara recomendación de Cruyff: "Ahora, a trabajar y punto". La reinserción del brasileño en la disciplina azulgrana es, sin duda, la única buena noticia que ayer recibieron los barcelonistas, previa al chaparrón de fútbol y goles que el Valencia les propinó a domicilio. El equipo levantino, que no sólo hizo un fútbol práctico, sino que lució en toda su magnitud a su gran figura, Mijatovic, se llevó el XXIX Trofeo Joan Gamper. El PSV Eindhoven, que ganó al Brescia por 2-1, quedó tercero.
El Barca del primer tiempo jugó a los despropósitos. Careció de organización y tampoco le acompañó la fortuna. No la tuvo Stoichkov en los remates. No le acompañó a Ferrer, netamente superado por Gálvez en el primer gol. También le dio la espalda a Lopetegui, que vio cómo el balón lanzado por Maqueda cambiaba de trayectoria al tropezar en un jugador del Valencia en el 0-2. Y, el círculo del infortunio barcelonista se cerró con un error arbitral, al anularse un gol marcado por Abelardo al picar de forma excelente un córner que Juan Carlos sacó desde dentro de la portería del Valencia.
Pero la suerte hay que buscarla y el único equipo que la persiguió durante el primer tiempo fue el Valencia. El equipo levantino diseñó a la perfección sus líneas sobre el bacheado césped del Camp Nou. Parreira dejó a Gálvez y Mijatovic en punta y dejó cuatro reputados defensas frente a Zubizarreta, quien después de seis años de hacer acrobacias sin red, va a jugar al fin con más escoltas de los que se trajo Romario del Brasil. Y contó con algo que tradicionalmente le ha faltado al equipo levantino: un centro del campo trabajador, donde Maqueda y Poyatos aportan tales dosis de laboriosidad que hacen cómodo el trabajo de sus restantes compañeros.
El Valencia, además, contaba con otro elemento favorable: la creciente inestabilidad de un Barça demasiado presionado por los deseos de agradar. Eskurza, que tuvo un comienzo prometedor y aún se permitió algunas florituras por la banda derecha, pronto empezó a dudar de sus propias posibilidades, falló en casi todas las acciones de uno contra uno frente a Romero y desperdició un gol cantado a pase de Hagi. Tampoco el rumano encontró la vena. Empezó pegado a la banda izquierda, donde desbordó en pocas ocasiones a Juan Carlos, pero luego deambuló sin rumbo aunque, eso sí, tratando de meter algún envío preciso a sus compañeros de ataque.
El Barca no encontró nunca la forma de sacudirse de encima esa presión ambiental. Le pesó el césped, le pesó la grada de su propio estadio y le pesó, sobre todo, el verse obligado a jugar siempre contra un marcador adverso. Quizá la alineación inicial (sin Guardiola como organizador), no era la idónea para perforar ese muro pedregoso que era el centro del campo del Valencia. Porque ni Nadal, que quiso sacar el balón jugado desde su defensa pero nunca se vio acompañado por el acierto, ni Ivan, que correteó buscando la pelota en vez de mandar él sobre el esférico, ni Koeman, que se decidió por el juego largo y cruzado, supieron llevar el timón de una nave demasiado frágil.
Una consecuencia de la sucesiva concatenación de errores y de la alarmante falta de ideas fue el bombeo pertinaz de balones sobre la portería del Valencia, para solaz de Camarasa, Giner y Zubizarreta. Stoichkov, sólo ante tamaños hércules, se limitó a protestar ora al arbitro, ora a sus compañeros, sin otro tributo al éxito de su equipo. Tras el descanso, con los veteranos Koeman y Bakero en la caseta, el Barça se reanimó durante unos instantes, en los que Nadal envió un balón al larguero y Stoichkov marcó el gol de su equipo. Pero del espejismo del empate se pasó al duro correctivo de la goleada.
El equipo azulgrana se echó más adelante pero lo hizo como el toro que embiste con furia y termina por entregarse ante el maestro. Zubizarreta, que fue recibido con una prolongada ovación, tuvo una noche tranquila hasta el extremo de convertirse en uno de los jugadores menos inquietados de su equipo. La defensa del Barça, que había tenido la suerte de espaldas en los dos primeros goles, pasó a dar unas muestras alarmantes de fragilidad. Hasta Abelardo, una de las grandes esperanzas de la temporada, fue mortificado por los sucesivos contragolpes del Valencia, que se enseñoreó del área del Barca y tuvo incluso el detalle de perdonarle a Lopetegui un escarnio mayor. Porque las ocasiones de gol del equipo que tanto cooperó a que el Barça ganara su cuarto título de Liga consecutivo se hicieron constantes ante un Barça hundido, que recibió el pitido final como una bendición del cielo.