Es dif�cil comprender cómo el Valencia, que había realizado un magnífico primer tiempo, en el que tuvo en su poder el mando del partido, perdiera la brújula tras el descanso. En los 45 minutos iniciales, y con el 0-0 en el marcador, el Valencia tuvo la ocasión de abrir el marcador, cuando un trallazo impresionante de Waldo se estrelló en la madera. Y aunque luego encajó un gol no perdió por ello los estribos.

Los seguidores valencianistas estábamos tranquilos pese al 0-1. Pero luego vino la ducha fría. En la segunda mitad, el Valencia no tuvo hombres, ni líneas, ni dirección técnica, ni... nada. Incomprensible en un equipo que tiene acreditada una capacidad extraordinaria en estos lances internacionales. Pero hay que rendirse a la evidencia. Ha sido así. En el período inicial, el Valencia sujetó bien al Sporting realizando un juego de neto color defensivo, pero con reacciones suficientes para crear peligros en el marco contrario. Pero en el segundo tiempo, el fútbol del Valencia fue algo de verdadera pena. No tuvo ni siquiera capacidad de reacción técnica ni física y vino la debacle, la más aplastante que el equipo ha conocido en la Copa de Ferias.

Se trata de una llamada de atención que no debe caer en saco roto después de la derrota en Pontevedra el domingo pasado. Para el Valencia, encajar seis goles y no marcar ninguno es un serio aldabonazo que suponemos no desoirán ni directivos, ni técnicos ni jugadores. Quizá la causa de todo ello haya que buscarla en la renovación que se ha producido en las filas del equipo, tal vez demasiado intensa y precipitada para dar resultado positivo. Lo importante es que se ha hecho el ridículo y que la eliminatoria está prácticamente perdida.

El Sporting nos ha causado muy grata impresión, con un fútbol ligado, rápido y eficaz. Pero sólo exhibió esa buena careta en la segunda mitad, cuando el Valencia sólo hizo que dar facilidades.