Ficha de partido
Málaga CF
0 - 0
Valencia CF
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Descanso
45'
Bovio
50'
David Villa
51'
Fernando Sanz
57'
Chenge Morales
65'
Antonio HidalgoChenge Morales
72'
Pablo CouñagoBovio
72'
Francisco RufeteMiguel Ángel Angulo
74'
Juan Rodríguez
78'
Miguel Ángel MistaDavid Villa
85'
Antonio Hidalgo
91'
Final del partido
92'
Estadio
Rival: Málaga CF
Records vs Málaga CF
Máximo goleador: Waldo Machado (6 goles)
Goleador rival: Orozco (3 goles)
Más partidos: Pep Claramunt (17 partidos)
Mayor victoria: 6 - 1 (31.01.2004)
Mayor derrota: 0 - 4 (24.11.2012)
Más repetido: 1-0 (12 veces)
Crónica
El histórico registro de quince partidos sin perder, que ayer consiguió igualar el Valencia después de dieciséis años, tuvo un sabor agridulce. Porque, aunque el equipo de Quique no cayó derrotado en Málaga, su empate no es sino un paso atrás en sus aspiraciones ligueras. No sólo porque se cede un puesto en la tabla en favor del Real Madrid, sino porque la imagen que ayer ofreció el Valencia en la Rosaleda, es impropia de un equipo que aspira a recuperar un puesto en los lugares de privilegio del panorama futbolístico. Ante un rival flojo como ninguno, el Málaga evidenció el porqué es el colista de la categoría, el Valencia mostró la peor de sus caras. Tres remates al poste -dos del Valencia y uno del Málaga-, fue lo único destacable de un partido para olvidar.
La primera mitad ya presentó un peculiar registro estadístico. Ni el Málaga ni el Valencia remataron a portería. Cero. Bajo este triste panorama numérico resulta fácil imaginarse cómo fueron esos cuarenta y cinco minutos. Tildarlos de aburridos es incluso generoso. En ese primer tiempo no perdió ni el Málaga ni el Valencia. Sin remates a portería es imposible. Perdió el fútbol. Este paupérrimo balance podría ser esperado por parte de un equipo frágil como un castillo de naipes, el Málaga, que es de lo peor que se recuerda en Primera división años ha, pero no es de recibo que un once como el del Valencia, que aspira a estar entre los cuatro primeros de la Liga al final de la temporada, ofrezca un rendimiento tan bajo como el de ayer en su primer tiempo. Esta vez ni siquiera vale en consuelo de que en lo defensivo se realizó un buen trabajo, justificado en que el rival no remató a la portería de Cañizares, porque el potencial valencianista que ayer había sobre el césped de La Romareda estaba perfectamente cualificado para ofrecer no «un algo más», sino mucho más.
El Valencia careció de brújula, rumbo y puerto de destino. Su nave naufragó en un mar de incertidumbre. Sin orden ni concierto, sin dirección ni plan que ejecutar desde la posición de «cinco», el once de Quique fue un equipo vulgar que ni siquiera encontró en el contragolpe su oportunidad de llegar con peligro a la portería rival. Con Baraja en el dique seco, y Hugo Viana pagando los platos rotos del partido ante el Getafe, Fabio volvió a asumir los galones de mando en la media. Pero el brasileño, que juega más cómodo pegado a la cal que en el círculo central, demostró por enésima vez que le viene muy grande esa posición. Y Albelda, que se multiplicó para dar y recibir, no es ese jugador cuya principal virtud sea la de poner en marcha a su equipo. Bajo este panorama de poca y mala posesión de pelota, pese a que la calidad de su once era infinitamente superior al entusiasmo de un Málaga más que discreto, el Valencia estaba obligado a apostar una vez más por la presión y contragolpe como opción lícita de ganar el partido. Y a esa velocidad de ejecución se confió el once de Quique en un par de acciones que, como la del remate de Miguel al poste -también enviaría el brasileño Bovio un balón al palo primero y luego Fabio en una falta-, evidenciaban que se podía lograr el triunfo con sólo tener que pisar un poco más el acelerador. Incluso sin hacerlo a fondo para no gripar al equipo, porque el próximo sábado el Madrid visita Mestalla.
Fue cuando Aimar interpretó que el de ayer era un partido para ganar a base de meterle ritmo al juego, y decidió echarse al equipo a la espalda a base de correr y sortear rivales en dirección a la portería del Málaga, cuando se vio que el gol valencianista podía llegar. Y que el Valencia se llevaría el encuentro pese a jugar mal. El argentino, al que se le vio implicado y comprometido con la causa de la victoria final, se movió bien entre líneas para crear incertidumbre entre los futbolistas del Málaga, que no tardaron en mostrar síntomas de flaqueza defensiva. Aimar lo intentó todo, hasta regates casi imposibles de mucho mérito, pero le faltó gol. Nada nuevo. Quizá hubiera sido preferible mostrar algo más de ambición ofensiva, colocar un centro del campo en rombo con Albelda y Aimar, y dos futbolistas por delante. Pero Quique, que vio como el Málaga se había soltado un poco hacia arriba a base desilusión a en el último tramo del encuentro, decidió hacer un cambio de jugador por jugador y metió en el campo a Mista -que salía de una lesión y sólo tenía cinco minutos para demostrar- en lugar de un Villa que estuvo muy bien vigilado y de cerca por Alexis. El central del Málaga, que en su día fue pretendido por el Valencia, demostró que es un futbolista interesante. Tiene velocidad, carácter, va bien al corte, es bueno en la marcaÉ. Fue, sin duda, el mejor de su equipo pese a su juventud. Y eso que en Villa tenía un hueso duro de roer.
Ya en la recta final del encuentro, el partido estaba para quien lo quisiera. Abierto. Pese que el Valencia tampoco hacía demasiados méritos para llevarse los puntos, el fútbol es tan grande que aún le permitió disfrutar de una última y muy clara ocasión para llevarse los tres puntos. Fue sobre la bocina, cuando el enésimo mal despeje del inseguro guardameta Manolo -mejor portero con los pies que con las manos, y muy atrevido en las salidas- lo remató Mista al bulto. Al delantero, al igual que al Valencia, le faltó ese acierto final. Una pena.
La primera mitad ya presentó un peculiar registro estadístico. Ni el Málaga ni el Valencia remataron a portería. Cero. Bajo este triste panorama numérico resulta fácil imaginarse cómo fueron esos cuarenta y cinco minutos. Tildarlos de aburridos es incluso generoso. En ese primer tiempo no perdió ni el Málaga ni el Valencia. Sin remates a portería es imposible. Perdió el fútbol. Este paupérrimo balance podría ser esperado por parte de un equipo frágil como un castillo de naipes, el Málaga, que es de lo peor que se recuerda en Primera división años ha, pero no es de recibo que un once como el del Valencia, que aspira a estar entre los cuatro primeros de la Liga al final de la temporada, ofrezca un rendimiento tan bajo como el de ayer en su primer tiempo. Esta vez ni siquiera vale en consuelo de que en lo defensivo se realizó un buen trabajo, justificado en que el rival no remató a la portería de Cañizares, porque el potencial valencianista que ayer había sobre el césped de La Romareda estaba perfectamente cualificado para ofrecer no «un algo más», sino mucho más.
El Valencia careció de brújula, rumbo y puerto de destino. Su nave naufragó en un mar de incertidumbre. Sin orden ni concierto, sin dirección ni plan que ejecutar desde la posición de «cinco», el once de Quique fue un equipo vulgar que ni siquiera encontró en el contragolpe su oportunidad de llegar con peligro a la portería rival. Con Baraja en el dique seco, y Hugo Viana pagando los platos rotos del partido ante el Getafe, Fabio volvió a asumir los galones de mando en la media. Pero el brasileño, que juega más cómodo pegado a la cal que en el círculo central, demostró por enésima vez que le viene muy grande esa posición. Y Albelda, que se multiplicó para dar y recibir, no es ese jugador cuya principal virtud sea la de poner en marcha a su equipo. Bajo este panorama de poca y mala posesión de pelota, pese a que la calidad de su once era infinitamente superior al entusiasmo de un Málaga más que discreto, el Valencia estaba obligado a apostar una vez más por la presión y contragolpe como opción lícita de ganar el partido. Y a esa velocidad de ejecución se confió el once de Quique en un par de acciones que, como la del remate de Miguel al poste -también enviaría el brasileño Bovio un balón al palo primero y luego Fabio en una falta-, evidenciaban que se podía lograr el triunfo con sólo tener que pisar un poco más el acelerador. Incluso sin hacerlo a fondo para no gripar al equipo, porque el próximo sábado el Madrid visita Mestalla.
Fue cuando Aimar interpretó que el de ayer era un partido para ganar a base de meterle ritmo al juego, y decidió echarse al equipo a la espalda a base de correr y sortear rivales en dirección a la portería del Málaga, cuando se vio que el gol valencianista podía llegar. Y que el Valencia se llevaría el encuentro pese a jugar mal. El argentino, al que se le vio implicado y comprometido con la causa de la victoria final, se movió bien entre líneas para crear incertidumbre entre los futbolistas del Málaga, que no tardaron en mostrar síntomas de flaqueza defensiva. Aimar lo intentó todo, hasta regates casi imposibles de mucho mérito, pero le faltó gol. Nada nuevo. Quizá hubiera sido preferible mostrar algo más de ambición ofensiva, colocar un centro del campo en rombo con Albelda y Aimar, y dos futbolistas por delante. Pero Quique, que vio como el Málaga se había soltado un poco hacia arriba a base desilusión a en el último tramo del encuentro, decidió hacer un cambio de jugador por jugador y metió en el campo a Mista -que salía de una lesión y sólo tenía cinco minutos para demostrar- en lugar de un Villa que estuvo muy bien vigilado y de cerca por Alexis. El central del Málaga, que en su día fue pretendido por el Valencia, demostró que es un futbolista interesante. Tiene velocidad, carácter, va bien al corte, es bueno en la marcaÉ. Fue, sin duda, el mejor de su equipo pese a su juventud. Y eso que en Villa tenía un hueso duro de roer.
Ya en la recta final del encuentro, el partido estaba para quien lo quisiera. Abierto. Pese que el Valencia tampoco hacía demasiados méritos para llevarse los puntos, el fútbol es tan grande que aún le permitió disfrutar de una última y muy clara ocasión para llevarse los tres puntos. Fue sobre la bocina, cuando el enésimo mal despeje del inseguro guardameta Manolo -mejor portero con los pies que con las manos, y muy atrevido en las salidas- lo remató Mista al bulto. Al delantero, al igual que al Valencia, le faltó ese acierto final. Una pena.