José Carlos Granero subió del Mestalla tras la crisis de 1983, cuando un Valencia abrumado por el déficit tuvo que mirar a la cantera. En 1984 tuvo cierta continuidad por lesión de Quique, que era demasiada competencia. Se acreditó como un lateral derecho rápido y aplicado en los marcajes, a pesar de alguna novatada que pagó. Su expulsión en Atocha por amagar un gesto defensivo ante una falta sacada sobre la marcha debe de ser la única que, por semejante motivo, haya conocido la Primera División.

Aunque, quizá por exceso de disciplina, declaró el medio campo como la frontera natural de su soltura, había empezado de interior y dominaba la ciencia del desdoblamiento. Hizo muy buenos partidos en las primeras rondas de Copa, relajado ante rivales de niveles inferiores, pero en general tendió a encasillarse como jugador de club. Tras el descenso se fue al Recreativo de Huelva y tuvo que asistir a la fiesta del ascenso con el chándal cambiado. Poco después una lesión muy grave lastró el resto de su carrera.

Ya como entrenador, logró varios ascensos de categoría, como los logrados con el Llíria, a Tercera, y Ontinyent, Jávea, Villena, Benidorm y Novelda, a Segunda B. Además, dirigió al Levante en Segunda, finalizando la temporada 2000-2001 en octava posición. En la temporada 2002-2003 dirigió al Nàstic de Tarragona, siendo cesado en febrero. En 2003 dirigió al Hércules, donde fue cesado en noviembre de 2004.

En la temporada 2007-2008 logró ascender al Alicante CF a la Segunda División, manteniéndose en al frente del club durante dos temporadas, en medio de las cuales sufrió un cese con regreso a los dos meses. En 2009 fichó por la Ponferradina, club que consigue ascender a Segunda División en la temporada 2009-2010. Tras los malos resultados en la categoría de plata, es en enero de 2011. La temporada siguiente, se hace cargo del Alavés por una temporada, antes de firmar como nuevo entrenador del Real Oviedo en marzo de 2013.