Ficha de partido
UE Lleida
1 - 0
Valencia CF
Equipos titulares
10
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Descanso
45'
CrusatStankovic
46'
Bernardo Corradi
60'
Dani Marín
66'
SantosBorrell
69'
Miguel Ángel AnguloBernardo Corradi
71'
Pablo AimarXisco Muñoz
71'
Crusat
74'
Oscar GarcíaLezaun
81'
David Albelda
85'
Oscar García
90'
Final del partido
91'
Estadio
Rival: UE Lleida
Records vs UE Lleida
Máximo goleador: Bernardino Pasieguito (4 goles)
Goleador rival: Pellicer (1 goles)
Más partidos: José Manuel Sempere (3 partidos)
Mayor victoria: 6 - 1 (04.02.1951)
Mayor derrota: 0 - 1 (27.10.2004)
Más repetido: 0-1 (1 veces)
Crónica
El Valencia no levanta cabeza. El equipo de Claudio Ranieri alimentó la crisis de juego y resultados que atraviesa, con una inesperada derrota en Lleida. El viejo fantasma de la Copa del Rey, aquel que se le aparece en la primera ronda de la competición desde que el técnico italiano ganara el trofeo en el año 99 -Osasuna, Guadix, Novelda, Alicante...-, llegó en el momento más delicado de la temporada. Lejos de que el partido de ayer fuera un punto de inflexión para reconducir la situación tras cuatro derrotas consecutivas, la eliminación copera fue un golpe demasiado duro. El Valencia, que lleva seis partidos sin ganar y ha dejado escapar dos títulos, perdió ayer víctima de la propia espiral que atraviesa.
La marcha del Valencia es preocupante. Ayer, ante un recién ascendido a Segunda división, no sólo fue incapaz de lograr la victoria sino que tampoco evidenció síntomas de ser un equipo superior. Ni mandó en el campo ni sumó ocasiones de gol. El equipo, que llegaba dolido a Lleida y con futbolistas obligados a demostrar que son válidos para este proyecto -Fiore, Caneira, Xisco, Mista, Moretti, Corradi-, nunca transmitió buenas sensaciones. Aunque el once de Ranieri estaba equilibrado y bien posicionado en el campo, es el mínimo exigible para un conjunto de la talla del Valencia, lo cierto es que sólo con organización no se gana. Al Valencia le faltó fútbol. Es cierto que el campo era una piscina, demasiada lluvia y muchos charcos, pero el agua era para todos. También para el Lleida. El problema para el Valencia surgió porque, además de la inseguridad y la desconfianza de sus futbolistas, nunca se impuso ni la calidad técnica ni la calidad táctica. Los de Ranieri no leyeron el partido y cayeron víctimas de sus propios errores. Lejos de jugar en largo y aprovechar las acciones a balón parado, la propuesta ofensiva idónea pasaba por realizar un fútbol vertical y directo para aprovechar el rechace, el equipo valencianista fue a lo diesel, con demasiado toque en corto y sin pegada. Además, el pecado del Valencia es doble porque tenía jugadores para el cuerpo a cuerpo en un terreno embarrado. Corradi, un nueve a la antigua usanza que aguanta el balón y lo deja de cabeza, o Mista, que parece tener un imán en los pies porque siempre está en el sitio exacto y en el momento oportuno, eran las mejores opciones.
Pero el Lleida fue el equipo que más y mejor se metió en el partido. El equipo de Miguel Rubio, con la confianza de su clasificación liguera y consciente de que tenía muy poco que perder, fue a lo suyo. Trató de jugar un buen fútbol -aunque casi siempre el campo lo impedía-, y se permitió el lujo de tutear al Valencia en cuanto a posesión y circulación del balón. En la segunda parte, y cuando el Valencia sacaba algo de pecho pero sin rematar la situación, supo aprovechar un contragolpe para asestar una única puñalada definitiva. Crusat, un futbolista con una velocidad endiablada, vio espacio para meterse hasta la portería de Palop. Su gol era definitivo. Porque el Valencia, aunque se fue con todo hacia arriba, ya estaba muerto mucho antes.
La marcha del Valencia es preocupante. Ayer, ante un recién ascendido a Segunda división, no sólo fue incapaz de lograr la victoria sino que tampoco evidenció síntomas de ser un equipo superior. Ni mandó en el campo ni sumó ocasiones de gol. El equipo, que llegaba dolido a Lleida y con futbolistas obligados a demostrar que son válidos para este proyecto -Fiore, Caneira, Xisco, Mista, Moretti, Corradi-, nunca transmitió buenas sensaciones. Aunque el once de Ranieri estaba equilibrado y bien posicionado en el campo, es el mínimo exigible para un conjunto de la talla del Valencia, lo cierto es que sólo con organización no se gana. Al Valencia le faltó fútbol. Es cierto que el campo era una piscina, demasiada lluvia y muchos charcos, pero el agua era para todos. También para el Lleida. El problema para el Valencia surgió porque, además de la inseguridad y la desconfianza de sus futbolistas, nunca se impuso ni la calidad técnica ni la calidad táctica. Los de Ranieri no leyeron el partido y cayeron víctimas de sus propios errores. Lejos de jugar en largo y aprovechar las acciones a balón parado, la propuesta ofensiva idónea pasaba por realizar un fútbol vertical y directo para aprovechar el rechace, el equipo valencianista fue a lo diesel, con demasiado toque en corto y sin pegada. Además, el pecado del Valencia es doble porque tenía jugadores para el cuerpo a cuerpo en un terreno embarrado. Corradi, un nueve a la antigua usanza que aguanta el balón y lo deja de cabeza, o Mista, que parece tener un imán en los pies porque siempre está en el sitio exacto y en el momento oportuno, eran las mejores opciones.
Pero el Lleida fue el equipo que más y mejor se metió en el partido. El equipo de Miguel Rubio, con la confianza de su clasificación liguera y consciente de que tenía muy poco que perder, fue a lo suyo. Trató de jugar un buen fútbol -aunque casi siempre el campo lo impedía-, y se permitió el lujo de tutear al Valencia en cuanto a posesión y circulación del balón. En la segunda parte, y cuando el Valencia sacaba algo de pecho pero sin rematar la situación, supo aprovechar un contragolpe para asestar una única puñalada definitiva. Crusat, un futbolista con una velocidad endiablada, vio espacio para meterse hasta la portería de Palop. Su gol era definitivo. Porque el Valencia, aunque se fue con todo hacia arriba, ya estaba muerto mucho antes.