Ficha de partido
Karlsruher SC
7 - 0
Valencia CF
Equipos titulares
1
2
10
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Tomás González
7'
Rolff
9'
Miodrag Belodedici
26'
Schmitt
29'
Schmitt
34'
Schütterle
37'
Descanso
45'
Pep Serer
45'
Pepe GálvezPep Serer
45'
Shmarov
46'
Schmitt
54'
Paco Camarasa
57'
Schmitt
59'
Schmitt
63'
Eloy OlayaQuique Flores
66'
Fernando Giner
67'
KlingeSchütterle
71'
NeustadterSchmitt
81'
Bilic
90'
Final del partido
91'
Estadio
Rival: Karlsruher SC
Records vs Karlsruher SC
Máximo goleador: Lubo Penev (2 goles)
Goleador rival: Schmitt (5 goles)
Más partidos: Fernando Gómez (2 partidos)
Mayor victoria: 3 - 1 (20.10.1993)
Mayor derrota: 0 - 7 (02.11.1993)
Más repetido: 3-1 (1 veces)
Crónica
¡Siete goles! Sí, siete goles, el Valencia CF jamás había encajado en Europa un resultado de estas características, y tuvo que trasladarse a la ciudad de Karlsruher cuando todo le era favorabla a priori, para sufrir una derrota humillante, una derrota que dejará huella en la historia del club. A partir de ahora, guste o no, la fecha del 2 de Noviembre de 1993 será como una losa, una pesada losa difícil de olvidar. Tan difícil que muchos de los valencianos que asistieron aquí al partido, algunos viajando 50 horas en autobús (ida y vuelta), abandonaron el estadio antes de la conclusión, no querían ver a su Valencia humillado de la forma en que lo fue. Anoche, hasta al menos apasionado le dolía en lo más profundo de su corazón que se cantase por los 25.000 espectadores el "Viva España".
Exceptuando los primeros 25 minutos de partido, el Valencia no controló nada el desarrollo del juego. Fue un juguete en manos del adversario que lo manipuló como quiso. El delantero Schmitt, autor de cuatro de los goles, escribió para su equipo una página brillante en su historia, de la misma forma que emborronó la del Valencia y su sistema defensivo. En los minutos que condujeron el partido del 29 al 36, el equipo alemán marcó tres goles que se convirtieron en una auténtica pesadilla para el Valencia. Fue el terror futbolístico plasmado en cinco minutos, donde todo le salió bien a los jugadores del Karlsruher, mientras los del Valencia parecían verdaderas almas en pena deambulando por el campo sin que nadie se atreviese a poner un mínimo de orden. La impotencia que se debió vivir en el césped fue de esas que se recuerdan durante tiempo, porque no había forma humana de controlar de controlar una avalancha de juego rápido que se desbordaba por las bandas, preferentemente por la derecha o, si se quiere, por la izquierda valenciana.
El partido se había iniciado como se esperaba, es decir, con juego impetuoso, viril y en ocasiones violento de los jugadores alemanes, que buscaban y entendían que cualquier medio era lícito para hacerse con la posesión del esférico. El Valencia, por su parte, ofrecía la imagen de querer ir controlando la situación, cosa que de hecho fue haciendo, y sobre todo, desprendía la imagen de un equipo con ambición de marcar. Así, en el minuto 17, Pizzi entregó a Mijatovic y éste a Fernando que, solo ante el guardameta, quiso colocar y se le adivinó la acción. La segunda, en el minuto 23, cuando Mijatovic asistió a Pizzi que cumplió en su remate, pero el balón prefirió tropezar en las manos del portero. Y en la tercera fue la gran ocasión, ya en el minuto 44 Pizzi envió el balón a la base del poste y posteriores rechazos no pudieron ser aprovechados.
Los alemanes marcaron el ritmo, dosificaron su esfuerzo y buscaron el pase largo para destrozar a una defensa. Serer soñará con Schmitt y Giner, a buen seguro, lo hará con Kiriakov. De cara al segundo tiempo se esperaba la reacción de los hombres de Guus Hiddink, pero en la primera jugada se produjo el cuarto gol del partido, que vino a dar ya por concluido cualquier síntoma de reacción por parte de un equipo que no sólo se encontraba contra las cuerdas, sino KO.
Esta fase del partido se caracterizó por ausencia de juego por ambas partes, se buscó más el contacto personal que cualquier otra cosa. Schmitt, en el primer tiempo, fundió a Serer; en el segundo a Belodedici, Giner y, en realidad, a cuantos estuvieran cerca de él, puesto que no pudieron neutralizarlo aunque también dispuso de la fortuna de cara, pues no había más que ver cómo sus remates se contabilizaban por goles.
Goles que fueron cayendo en el debe del Valencia y que provocaron ya el hundimiento general de un equipo que sólo tuvo al guardameta Sempere, pese a los siete goles encajados, y al defensa Camarasa, como los hombres válidos de la noche. El resto no dieron imagen ni talla europea. Decepcionaron por completo y, ni el más optimista del lado alemán, ni el más pesimista del lado valencianista, podría pensar con anterioridad al encuentro, que los alemanes iban a obtener un resultado de estas características. Siete goles pesan en exceso, humilla al que los encaja porque, como se suele decir, hay que valorar más la actitud que el hecho, y en este caso la actitud de los jugadores del Valencia no mereció un mejor resultado. El Valencia, en su afán de proteger a los débiles, hizo del Karlsruher (un equipo catalogado por un consejero blanco como equivalente al Osasuna), un auténtico Bayern de Munich de su época estelar en la Copa de Europa.
Exceptuando los primeros 25 minutos de partido, el Valencia no controló nada el desarrollo del juego. Fue un juguete en manos del adversario que lo manipuló como quiso. El delantero Schmitt, autor de cuatro de los goles, escribió para su equipo una página brillante en su historia, de la misma forma que emborronó la del Valencia y su sistema defensivo. En los minutos que condujeron el partido del 29 al 36, el equipo alemán marcó tres goles que se convirtieron en una auténtica pesadilla para el Valencia. Fue el terror futbolístico plasmado en cinco minutos, donde todo le salió bien a los jugadores del Karlsruher, mientras los del Valencia parecían verdaderas almas en pena deambulando por el campo sin que nadie se atreviese a poner un mínimo de orden. La impotencia que se debió vivir en el césped fue de esas que se recuerdan durante tiempo, porque no había forma humana de controlar de controlar una avalancha de juego rápido que se desbordaba por las bandas, preferentemente por la derecha o, si se quiere, por la izquierda valenciana.
El partido se había iniciado como se esperaba, es decir, con juego impetuoso, viril y en ocasiones violento de los jugadores alemanes, que buscaban y entendían que cualquier medio era lícito para hacerse con la posesión del esférico. El Valencia, por su parte, ofrecía la imagen de querer ir controlando la situación, cosa que de hecho fue haciendo, y sobre todo, desprendía la imagen de un equipo con ambición de marcar. Así, en el minuto 17, Pizzi entregó a Mijatovic y éste a Fernando que, solo ante el guardameta, quiso colocar y se le adivinó la acción. La segunda, en el minuto 23, cuando Mijatovic asistió a Pizzi que cumplió en su remate, pero el balón prefirió tropezar en las manos del portero. Y en la tercera fue la gran ocasión, ya en el minuto 44 Pizzi envió el balón a la base del poste y posteriores rechazos no pudieron ser aprovechados.
Los alemanes marcaron el ritmo, dosificaron su esfuerzo y buscaron el pase largo para destrozar a una defensa. Serer soñará con Schmitt y Giner, a buen seguro, lo hará con Kiriakov. De cara al segundo tiempo se esperaba la reacción de los hombres de Guus Hiddink, pero en la primera jugada se produjo el cuarto gol del partido, que vino a dar ya por concluido cualquier síntoma de reacción por parte de un equipo que no sólo se encontraba contra las cuerdas, sino KO.
Esta fase del partido se caracterizó por ausencia de juego por ambas partes, se buscó más el contacto personal que cualquier otra cosa. Schmitt, en el primer tiempo, fundió a Serer; en el segundo a Belodedici, Giner y, en realidad, a cuantos estuvieran cerca de él, puesto que no pudieron neutralizarlo aunque también dispuso de la fortuna de cara, pues no había más que ver cómo sus remates se contabilizaban por goles.
Goles que fueron cayendo en el debe del Valencia y que provocaron ya el hundimiento general de un equipo que sólo tuvo al guardameta Sempere, pese a los siete goles encajados, y al defensa Camarasa, como los hombres válidos de la noche. El resto no dieron imagen ni talla europea. Decepcionaron por completo y, ni el más optimista del lado alemán, ni el más pesimista del lado valencianista, podría pensar con anterioridad al encuentro, que los alemanes iban a obtener un resultado de estas características. Siete goles pesan en exceso, humilla al que los encaja porque, como se suele decir, hay que valorar más la actitud que el hecho, y en este caso la actitud de los jugadores del Valencia no mereció un mejor resultado. El Valencia, en su afán de proteger a los débiles, hizo del Karlsruher (un equipo catalogado por un consejero blanco como equivalente al Osasuna), un auténtico Bayern de Munich de su época estelar en la Copa de Europa.