Ficha de partido
Real Valladolid
1 - 1
Valencia CF
Equipos titulares
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Antonio FuertesAsist: Daniel Mañó
32'
Descanso
45'
Lolo
46'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Real Valladolid
Records vs Real Valladolid
Máximo goleador: Fernando Gómez (9 goles)
Goleador rival: Morro (4 goles)
Más partidos: Vicente Seguí (21 partidos)
Mayor victoria: 6 - 0 (22.03.1964)
Mayor derrota: 0 - 4 (30.09.1956)
Más repetido: 1-1 (14 veces)
Crónica
El partido de esta tarde entre el Valladolid y el Valencia, ha decepcionado a los espectadores, que por cierto han acudido al campo en muy escasa cantidad. ¿Estaremos asistiendo a un descenso rápido de la afición en nuestro campo de fútbol? Porque este fenómeno que hoy se ha dado en Vailadolid, precisamente ante uno de los mejores conjuntos de Primera División, y que siempre atrajo a público que llenó las gradas y tribunas, está ocurriendo todo lo que va de temporada en Valladolid y en otros campos también.
En cuanto al juego, el público tenía razón para estar decepcionado, porque se ha visto muy poco fútbol, poco juego, poca conjunción de equipos y únicamente la emoción natural de un encuentro que va empatado y que no se sabe cómo va a terminar, porque lo mismo puede ganarse que perderse o continuar el empate, y ante estas tres disyuntivas, lo único que se puede tener es un poco de emoción.
No obstante, el Valladolid mantenía más bien esta emoción porque el segundo tiempo fué de un total dominio y acoso a la mete de Timor, y así como en la primera parte el Valencia dominó, mejor dicho, presionó por velocidad de su delantera y por un mejor llevarsa el balón en el centro del campo, en la continuación fué el Valladolid el que impuso su dominio absoluto y total, pero aquello de los imponderables y de los factores que originan estas sorpresas en fútbol, se tiró bastante a puerta pero se tiró bastante mal, se embarullaron los que atacaban, se desconcertaban los que defendían y Timor se encontró con dos balones que llevaban marchamo de gol, en magníficos zurdazos de Valdés y de Cerdán, y con eso se acabaron todas las oportunidades que tuvo el Valladolid.
Hemos dicho que los valencianos se desconcertaban en la defensa, cosa que no nos explicábamos ni se explica el entrenador posteriormente, puesto que tiene hombres capaces de mantener un asedio, y de lanzar a sus hombres: Sendra y Puchades, por ejemplo, constituyen una excelente pareja de volantes, y aun cuando Puchades vaya también un poco cuesta abajo (los años no pasan en balde), Sendra, en cambio, ha estado magnífico en la primera parte atacando, pero después, defendiendo, ni Sendra ni Puchades, ni Ventura, ni casi Quincoces, el único que se mantenía un poco sereno en las líneas de atrás, era el defensa izquierdo Sócrates.
En esa primera parte que aludimos de presión del Valencia, el quinteto valenciano que, esta tarde, en Valladolid, vestía camisola encarnada, se llevó muy bien el balón, pero como esos técnicos y afiligranados estilistas del fútbol, de esos de allá por Suramérica; el balón iba más a lo ancho que a lo largo del campo, en un avance en el que sucesivamente pasaba el balón por los cinco delanteros, apenas si la pelota había avanzado tres o cuatro metros. En estas condiciones, los adversarios encontraban tiempo y manera de colocarse para la defensa, por lo cual únicamente una formidable bolea de Fuertes, a los treinta y dos minutos de juego, como remate a un centro de Mañó, fué el que dió el gol del Valencia, de otra manera no hubieran marcado. Fué fortuito, aunque magnificamente ejecutado; pero de esos ehutazos que salen bien uno de cada veinte.
En la continuación, y nada más empezar, al minuto o minuto y medio como más, se produjo una jugada similar por el mismo lado y por la misma puerta, porque se habían cambiado, naturalmente, los dos bandos, Cerdán, desde la derecha, como antes Mañó, desde el mismo lado y sitio, bombeó una pelota que Lolo, en ese barullo y en ese acoso que se estaba iniciando y que persistiría todo el segundo tiempo, desvió ligeramente, descolocando a Timor y estableciendo el empate que ya sería definitivo.
Después del partido, mejor dicho, la segunda parte, se redujo a este forcejeo entre los que atacan y defienden, los dos a cual peor, como decimos también anteriormente, porque ni los de los del Valladolid sabían organizar su ataque ni abrirse a las alas, ni atraerse a los contrarios y tampoco los del Valencia, establecieron el sistema defensivo adecuado. Ahora, eso si, Sendra y Puchades; ahora convertidos en magníficos taponamientos de huecos, contribuyeron a devolver balones, unos hacia delante y otros más hacia atrás, y se llegaran a contar hasta quince saques de esquina contra su puerta, contra des o tres sobre la contraria, sobre Benegas. Ello indica que la manifestación de poder del Valladolid era constante y manifiesta cerca de Timor, pero también infructuosa por demás. Y así, con un poco de suerte para el Valencia, como también la tuvo el Valladolid en la primera parte, de dominio valenciano, y con mala suerte y con malos disparos y peores remates de los vallisoletanos, se llegó al empate después de que el árbitro, García Fernández, que había cometido bastantes errores, recibiera un balonazo en plena boca, en el mismo momento de pitar el final del partido y por cuya incidencia, por cuyo golpe, tuvo que ser asistido por el médico del club en el vestuario, colocándole un apósito en la encía inferior en la que se había abierto una pequeña brecha por efecto del golpe.
No hubo más incidencias ni hubo mayores cosas dignas de mención, porque el partido se desarrolló con dureza propia y característica que suelen imponer los valencianos, pero noblemente, y así llegamos a la terminación del partido, saliendo el público decepcionado, como decimos al principio, y perdiendo el Valladolid un punto positivo, mejor dicho, negativo, cuando toda la afición, la poca afición que acudió al estadio, confiaba en absoluto en vencer a un Valencia al que se le suponía también en descenso y en baja forma. Pero el fútbol ya se sabe que las sorpresas las dan una vez los buenos y otras los que se suponen que son menos buenos. Esta tarde han sido mejores los del Valencia porque han sabido atacar en la primera parte y han sabido defenderse en la segunda. El Valladolid no ha sabido hacer ni una ni otra cosa. El resultado es un fiel reflejo de lo que ha sido el partido y de los merecimientos de cada uno.
En cuanto al juego, el público tenía razón para estar decepcionado, porque se ha visto muy poco fútbol, poco juego, poca conjunción de equipos y únicamente la emoción natural de un encuentro que va empatado y que no se sabe cómo va a terminar, porque lo mismo puede ganarse que perderse o continuar el empate, y ante estas tres disyuntivas, lo único que se puede tener es un poco de emoción.
No obstante, el Valladolid mantenía más bien esta emoción porque el segundo tiempo fué de un total dominio y acoso a la mete de Timor, y así como en la primera parte el Valencia dominó, mejor dicho, presionó por velocidad de su delantera y por un mejor llevarsa el balón en el centro del campo, en la continuación fué el Valladolid el que impuso su dominio absoluto y total, pero aquello de los imponderables y de los factores que originan estas sorpresas en fútbol, se tiró bastante a puerta pero se tiró bastante mal, se embarullaron los que atacaban, se desconcertaban los que defendían y Timor se encontró con dos balones que llevaban marchamo de gol, en magníficos zurdazos de Valdés y de Cerdán, y con eso se acabaron todas las oportunidades que tuvo el Valladolid.
Hemos dicho que los valencianos se desconcertaban en la defensa, cosa que no nos explicábamos ni se explica el entrenador posteriormente, puesto que tiene hombres capaces de mantener un asedio, y de lanzar a sus hombres: Sendra y Puchades, por ejemplo, constituyen una excelente pareja de volantes, y aun cuando Puchades vaya también un poco cuesta abajo (los años no pasan en balde), Sendra, en cambio, ha estado magnífico en la primera parte atacando, pero después, defendiendo, ni Sendra ni Puchades, ni Ventura, ni casi Quincoces, el único que se mantenía un poco sereno en las líneas de atrás, era el defensa izquierdo Sócrates.
En esa primera parte que aludimos de presión del Valencia, el quinteto valenciano que, esta tarde, en Valladolid, vestía camisola encarnada, se llevó muy bien el balón, pero como esos técnicos y afiligranados estilistas del fútbol, de esos de allá por Suramérica; el balón iba más a lo ancho que a lo largo del campo, en un avance en el que sucesivamente pasaba el balón por los cinco delanteros, apenas si la pelota había avanzado tres o cuatro metros. En estas condiciones, los adversarios encontraban tiempo y manera de colocarse para la defensa, por lo cual únicamente una formidable bolea de Fuertes, a los treinta y dos minutos de juego, como remate a un centro de Mañó, fué el que dió el gol del Valencia, de otra manera no hubieran marcado. Fué fortuito, aunque magnificamente ejecutado; pero de esos ehutazos que salen bien uno de cada veinte.
En la continuación, y nada más empezar, al minuto o minuto y medio como más, se produjo una jugada similar por el mismo lado y por la misma puerta, porque se habían cambiado, naturalmente, los dos bandos, Cerdán, desde la derecha, como antes Mañó, desde el mismo lado y sitio, bombeó una pelota que Lolo, en ese barullo y en ese acoso que se estaba iniciando y que persistiría todo el segundo tiempo, desvió ligeramente, descolocando a Timor y estableciendo el empate que ya sería definitivo.
Después del partido, mejor dicho, la segunda parte, se redujo a este forcejeo entre los que atacan y defienden, los dos a cual peor, como decimos también anteriormente, porque ni los de los del Valladolid sabían organizar su ataque ni abrirse a las alas, ni atraerse a los contrarios y tampoco los del Valencia, establecieron el sistema defensivo adecuado. Ahora, eso si, Sendra y Puchades; ahora convertidos en magníficos taponamientos de huecos, contribuyeron a devolver balones, unos hacia delante y otros más hacia atrás, y se llegaran a contar hasta quince saques de esquina contra su puerta, contra des o tres sobre la contraria, sobre Benegas. Ello indica que la manifestación de poder del Valladolid era constante y manifiesta cerca de Timor, pero también infructuosa por demás. Y así, con un poco de suerte para el Valencia, como también la tuvo el Valladolid en la primera parte, de dominio valenciano, y con mala suerte y con malos disparos y peores remates de los vallisoletanos, se llegó al empate después de que el árbitro, García Fernández, que había cometido bastantes errores, recibiera un balonazo en plena boca, en el mismo momento de pitar el final del partido y por cuya incidencia, por cuyo golpe, tuvo que ser asistido por el médico del club en el vestuario, colocándole un apósito en la encía inferior en la que se había abierto una pequeña brecha por efecto del golpe.
No hubo más incidencias ni hubo mayores cosas dignas de mención, porque el partido se desarrolló con dureza propia y característica que suelen imponer los valencianos, pero noblemente, y así llegamos a la terminación del partido, saliendo el público decepcionado, como decimos al principio, y perdiendo el Valladolid un punto positivo, mejor dicho, negativo, cuando toda la afición, la poca afición que acudió al estadio, confiaba en absoluto en vencer a un Valencia al que se le suponía también en descenso y en baja forma. Pero el fútbol ya se sabe que las sorpresas las dan una vez los buenos y otras los que se suponen que son menos buenos. Esta tarde han sido mejores los del Valencia porque han sabido atacar en la primera parte y han sabido defenderse en la segunda. El Valladolid no ha sabido hacer ni una ni otra cosa. El resultado es un fiel reflejo de lo que ha sido el partido y de los merecimientos de cada uno.