Ficha de partido
At. Madrid
0 - 0
Valencia CF
Equipos titulares
7
10
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Víctor Ruiz
14'
Miranda
30'
David Albelda
44'
Descanso
45'
DomínguezGodín
57'
Falcao
59'
Aritz AdurizRoberto Soldado
61'
Jonas GonçalvesPablo Piatti
67'
SalvioArda Turan
79'
CokeDiego
80'
Juan BernatJérémy Mathieu
82'
Diego Alves
89'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: At. Madrid
Records vs At. Madrid
Máximo goleador: Mundo Suárez (16 goles)
Goleador rival: Luis Aragonés (12 goles)
Más partidos: Manolo Mestre (32 partidos)
Mayor victoria: 9 - 1 (13.09.1936)
Mayor derrota: 0 - 5 (10.11.1985)
Más repetido: 1-1 (22 veces)
Crónica
El Valencia aplacó la euforia del Atlético, calmó los efectos del ciclón Simeone y expuso con claridad que luce en otro escalafón. Es el líder de la otra Liga, la que ceden al resto el Barça y el Madrid. Frente a un oponente de categoría, el Atlético compitió con carácter y propiedad de acción, pero no fue superior. El Valencia pareció más que la tropa de Simeone, sometida durante un amplio tramo del partido. Courtois sigue sin recibir un gol, pero ayer el balón rondó la red roja y blanca del doblete.
Simplificó rápidamente el Valencia cualquier pronóstico respecto al devenir de la noche. El Atlético midió su talla en otra división. Un adversario de empaque que juzgó el efecto Simeone con otras variantes: un fútbol directo, dinámico, agresivo, con una intensidad y rapidez parecida a la de su enemigo. En apenas media hora, Courtois aplicó sus guantes sobre el balón más veces de lo que había actuado en los cuatro partidos precedentes.
El Valencia jugó sin reservas y de cara frente a un Atlético cegado esta vez por la electricidad. Durante la primera parte se echó en falta cierta pausa, una marcha menos en ese clima atosigante que dibujaron ambos equipos. Se sintió incómodo el Atlético ante el Valencia por múltiples razones y sobre todo por una: no le concedió una oportunidad ante Diego Alves. Adrián dibujó un precioso giro de cabeza ante un centro lleno de intención de Diego y Alves trazó un fleco estético para detener el balón.
Fue lo mejor que tuvo el Atlético en el primer acto. Lo demás fue una generosa ejecución del manual Simeone: piernas volando por el césped, enérgicos saltos y choques sin dueño a la vista. El Valencia atinó a desarmar el tejido atlético del centro del campo con ideas simples: pases aéreos con destino a Soldado, Jordi Alba o Piatti en espera de que la segunda jugada decretase posibilidades de juego.
Lo hizo muy bien el Valencia en un territorio hostil, el Calderón rozando el lleno, y siempre con Soldado en modo amenaza. Albelda aún tiene fuelle en este equipo para desequilibrar desde su posición nuclear. Reparte, protesta, zancadillea y contagia entre sus compañeros ese ardor guerrero tan irritante en el enemigo. El Valencia sometió finalmente al Atlético, que echó de menos la fantasía de Diego y esos canales que ha abierto por las bandas con Juanfran y Filipe Luis.
El partido se tornó cada vez más áspero y el Atlético buscó cobijo cerca de Courtois, lo que aceleró su pérdida de influencia sobre el juego. Tuvo el gol en un par de lances, una volea de Gabi y un rebote que cazó Falcao después de su propia internada. Careció el Atlético de claridad ante el gol y el Valencia no le iba a conceder muchas más oportunidades.
Jordi Alba torturó a Juanfran en la segunda parte y lo fijó en su posición. Y por ahí creció el Valencia a salto de mata entre empellones, faltas tácticas, tarjetas y carreras al tuntún. Simeone buscó aire fresco con los cambios, pero el Valencia ya se había apropiado del partido. Emery incentivó a su equipo con cambios ofensivos que delataron su ambición por ganar el partido.
Simplificó rápidamente el Valencia cualquier pronóstico respecto al devenir de la noche. El Atlético midió su talla en otra división. Un adversario de empaque que juzgó el efecto Simeone con otras variantes: un fútbol directo, dinámico, agresivo, con una intensidad y rapidez parecida a la de su enemigo. En apenas media hora, Courtois aplicó sus guantes sobre el balón más veces de lo que había actuado en los cuatro partidos precedentes.
El Valencia jugó sin reservas y de cara frente a un Atlético cegado esta vez por la electricidad. Durante la primera parte se echó en falta cierta pausa, una marcha menos en ese clima atosigante que dibujaron ambos equipos. Se sintió incómodo el Atlético ante el Valencia por múltiples razones y sobre todo por una: no le concedió una oportunidad ante Diego Alves. Adrián dibujó un precioso giro de cabeza ante un centro lleno de intención de Diego y Alves trazó un fleco estético para detener el balón.
Fue lo mejor que tuvo el Atlético en el primer acto. Lo demás fue una generosa ejecución del manual Simeone: piernas volando por el césped, enérgicos saltos y choques sin dueño a la vista. El Valencia atinó a desarmar el tejido atlético del centro del campo con ideas simples: pases aéreos con destino a Soldado, Jordi Alba o Piatti en espera de que la segunda jugada decretase posibilidades de juego.
Lo hizo muy bien el Valencia en un territorio hostil, el Calderón rozando el lleno, y siempre con Soldado en modo amenaza. Albelda aún tiene fuelle en este equipo para desequilibrar desde su posición nuclear. Reparte, protesta, zancadillea y contagia entre sus compañeros ese ardor guerrero tan irritante en el enemigo. El Valencia sometió finalmente al Atlético, que echó de menos la fantasía de Diego y esos canales que ha abierto por las bandas con Juanfran y Filipe Luis.
El partido se tornó cada vez más áspero y el Atlético buscó cobijo cerca de Courtois, lo que aceleró su pérdida de influencia sobre el juego. Tuvo el gol en un par de lances, una volea de Gabi y un rebote que cazó Falcao después de su propia internada. Careció el Atlético de claridad ante el gol y el Valencia no le iba a conceder muchas más oportunidades.
Jordi Alba torturó a Juanfran en la segunda parte y lo fijó en su posición. Y por ahí creció el Valencia a salto de mata entre empellones, faltas tácticas, tarjetas y carreras al tuntún. Simeone buscó aire fresco con los cambios, pero el Valencia ya se había apropiado del partido. Emery incentivó a su equipo con cambios ofensivos que delataron su ambición por ganar el partido.