Ficha de partido
Valencia CF
3 - 1
Lille OSC
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Joaquín SánchezAsist: Juan Mata
2'
Gervinho
19'
Joaquín SánchezAsist: Carlos Marchena
31'
Alexis Ruano
43'
DebuchyEmerson
45'
Descanso
45'
VittekFrau
45'
Juan MataAsist: Bruno Saltor
52'
Cabaye
55'
Éver Banega
67'
ObraniakCabaye
71'
Miku FedorJuan Mata
72'
Jordi AlbaJoaquín Sánchez
77'
Manuel FernandesCarlos Marchena
79'
Chedjou
89'
Miku Fedor
89'
Mavuba
91'
Debuchy
94'
Final del partido
95'
Estadio
Rival: Lille OSC
Records vs Lille OSC
Máximo goleador: Jonas Gonçalves (3 goles)
Goleador rival: Ikone (1 goles)
Más partidos: Jonas Gonçalves (2 partidos)
Mayor victoria: 4 - 1 (22.06.1955)
Mayor derrota: Ninguna
Más repetido: 4-1 (2 veces)
Crónica
Bien está lo que bien acaba. El Valencia se puso las pilas, hizo lo que tocaba y se impuso con meridiana claridad al Lille, que llegó a Mestalla luciendo la condición de líder del grupo europeo y se marchó sin ella y goleado. La posición de privilegio la ostenta ahora el cuadro balnquinegro, tras empatar sin goles Slavia y Génova. La diferencia, además, pudo ser mayor, porque el Valencia pasó por encima de su rival, un rival muy inferior, como lo son los restantes en liza. La clasificación para la siguiente ronda se atisba ahora con mucha mayor tranquilidad, a pesar de tener que viajar a Génova en la última jornada. Un punto será suficiente.
El Valencia puso las cosas en su sitio anoche, en su verdadero lugar, el que corresponde a unos y a otros, lo cual le permitió marcar las diferencias que existen hoy por hoy con los rivales con los que le ha tocado medirse en esta fase inicial de grupos de la Europa League. Y si estableció la distancia real con los demás se debió a que técnico y jugadores, obligados por la necesidad, tuvieron que poner lo mejor de cada cual. Ayer se acabaron las rotaciones y las probaturas. De inicio jugaron los que tocaba y el reflejo se plasmó sobre el campo.
El equipo que dirige Unai Emery hizo lo que debía. Salió con lo mejor, centrado, consciente de lo que había en juego y eso le permitió superar con una claridad abismal a un rival con el que, tras caer los goles, cuando tocaba, terminó jugando. Así de claro. Si cuando arrancó esta competición el entrenador valencianista hubiera echado mano de sus mejores futbolistas, anoche, antes de enfrentarse al Lille, habría estado clasificado de largo.
Cabe aprender la lección de cara al futuro, para no volver a cometer los mismos errores. Por fortuna, esta vez, se ha llegado a tiempo de enmendarlos y el Valencia se marchó a dormir como líder del grupo, gracias a su clara victoria y a la ausencia de goles en el otro encuentro que disputaron el Slavia checo y los italianos del Génova. El viento sopla a favor. No se puede fallar.
La noche, por otra parte, se dio perfecta. Redonda, si exceptuamos los minutos finales en los que los valencianistas volvieron a descentrarse de una manera absurda, encajaron el gol de Chedjou y, a pesar de que llegó con el tiempo cumplido, en la prolongación pudieron volver a marcar los franceses hasta en dos oportunidades, lo que llevó la desesperación al banquillo. Por fortuna, no quedaba tiempo para más sobresaltos.
Hubo otra serie de buenas noticias en el transcurso del partido. Lo mejor, la vuelta de Manuel Fernández, cinco meses después, tras recuperarse definitivamente de una lesión que le ha tenido en el dique seco más tiempo del que tocaba. Por otro lado, las temidas ausencias de Silva y Villa principalmente -tampoco estaban Mathieu y Baraja-, no se acusaron. Miguel, Alexis y Maduro, quienes regresaron a la titularidad, cumplieron con su cometido.
«Merçi, merçi, mon ami», debieron decirle los valencianistas, uno a uno, a sus respectivos marcadores sobre el terreno de juego. Al menos de salida, minutos en los que los futbolistas del Lille se mostraron más cándidos que los soldados franceses a los que Curro Jiménez eliminaba con la mirada. Estaba a punto de cumplirse el minuto tres de partido cuando Mata dejó su posición como ariete para caer a su banda, la izquierda; allí le llegó el balón, controló, avanzó unos metros y sirvió en bandeja para que Joaquín, más solo que un torero al otro lado del telón de acero -como canta Sabina-, empujara el cuero a la red, sin oposición de ningún tipo. A los chicos del Lille les faltó aplaudir.
El partido arrancaba como desea cualquier equipo. Casi desde el vestuario, el Valencia ganaba por la mínima diferencia. Mejor, imposible. El impacto del gol, lejos de despertar a los franceses, los aturdió más todavía. Si a ello unimos los constantes cambios de posición de los valencianistas, se entiende que los galos no despertaran de su letargo, que llegaran tarde a todos los balones y, como consecuencia de ello, los de Emery se desenvolvieran poco menos que a placer.
En la reducida franja de veinte minutos, el Valencia tuvo pasta para hacer dos, tres, cuatro goles más. Primero Banega, en acción personal. Después, otro cándido francesito le dejó el balón en bandeja a Mata para que el pequeño internacional español tuviera tiempo de parar, levantar la cabeza y mandar el esférico a la meta rival, con un sutil toque con el interior de su pie izquierdo; el cuero acabó besando el travesaño cuando la grada ya festejaba el tanto. Pero hubo más: Alexis perdonó, a la salida de un córner y antes de cumplirse la media hora de juego Mata, tras servicio de Banega, no acertó a rematar la jugada como él mismo hubiera deseado.
El partido pintaba como el último de Liga, el del Mallorca. Ocasiones para sentenciar, sin que hubiera forma de cambiar la mínima ventaja que reflejaba el marcador. Aumentarla para, de una vez por todas, presenciar un encuentro con tranquilidad, sin sobresaltos y, al mismo tiempo, ver la clasificación europea más cerca, a falta de la postrera visita a Génova.
Tuvo que rebasarse la media hora para que el Lille diera señales de vida. Frau, acompañante ayer de Gervinho en ataque -lo de ataque es un decir-, disparó desde la frontal del área valencianista y hasta él se sorprendió cuando vio que el balón, aunque fuera, pasó muy cerca del poste derecho. Y vaya usted a saber si se debió o no a este sobresalto, pero el Valencia decidió no conceder más opciones y evitar así que se alterase el sistema nervioso de los aficionados. Joaquín repitió para poner el 2-0 en lo alto.
Y fue un golazo, en toda la extensión de la palabra. Así de simple. Marchena, con galones de crack, de creador, con exquisitez, gustándose, metió un pase de cuarenta metros al corazón del área francesa. Joaquín, portentoso, 'pinchó' el balón con el pie derecho y, acto seguido, lo mandó con el izquierdo a la red. Todo en un abrir y cerrar de ojos.
La ventaja de dos goles, desconocida por estos pagos, surtió el efecto esperado. La calma se impuso en Mestalla y hasta Moyá se sumó a la fiesta, con una intervención de mucho mérito con la que correspondió al segundo remate a portería del Lille. Beria remató con la cabeza desde cerca y el meta valencianista se estiró portentoso para desviar a córner.
Por lo que hace referencia al segundo periodo hay poco que contar, excepción hecha del tercer gol valencianista, tras nuevo fallo de la zaga francesa, que no resta méritos a la posterior maniobra de Mata. El largo envío de Bruno llegó a pies del asturiano de adopción, que demostró su clase ejecutando de manera perfecta.
Con el partido cerrado, sobró lo que quedaba. Todo estaba sentenciado y, a la felicidad del triunfo y el liderato, se añadió la de la lluvia, que tanta falta nos hace. Por lo demás, alguna que otra ocasión desperdiciada y también malos modos en momentos puntuales, producto del disgusto de los visitantes. Pero todos contentos a casa, con el liderato en el bolsillo y, para el próximo choque, ya se contará con Villa.
El Valencia puso las cosas en su sitio anoche, en su verdadero lugar, el que corresponde a unos y a otros, lo cual le permitió marcar las diferencias que existen hoy por hoy con los rivales con los que le ha tocado medirse en esta fase inicial de grupos de la Europa League. Y si estableció la distancia real con los demás se debió a que técnico y jugadores, obligados por la necesidad, tuvieron que poner lo mejor de cada cual. Ayer se acabaron las rotaciones y las probaturas. De inicio jugaron los que tocaba y el reflejo se plasmó sobre el campo.
El equipo que dirige Unai Emery hizo lo que debía. Salió con lo mejor, centrado, consciente de lo que había en juego y eso le permitió superar con una claridad abismal a un rival con el que, tras caer los goles, cuando tocaba, terminó jugando. Así de claro. Si cuando arrancó esta competición el entrenador valencianista hubiera echado mano de sus mejores futbolistas, anoche, antes de enfrentarse al Lille, habría estado clasificado de largo.
Cabe aprender la lección de cara al futuro, para no volver a cometer los mismos errores. Por fortuna, esta vez, se ha llegado a tiempo de enmendarlos y el Valencia se marchó a dormir como líder del grupo, gracias a su clara victoria y a la ausencia de goles en el otro encuentro que disputaron el Slavia checo y los italianos del Génova. El viento sopla a favor. No se puede fallar.
La noche, por otra parte, se dio perfecta. Redonda, si exceptuamos los minutos finales en los que los valencianistas volvieron a descentrarse de una manera absurda, encajaron el gol de Chedjou y, a pesar de que llegó con el tiempo cumplido, en la prolongación pudieron volver a marcar los franceses hasta en dos oportunidades, lo que llevó la desesperación al banquillo. Por fortuna, no quedaba tiempo para más sobresaltos.
Hubo otra serie de buenas noticias en el transcurso del partido. Lo mejor, la vuelta de Manuel Fernández, cinco meses después, tras recuperarse definitivamente de una lesión que le ha tenido en el dique seco más tiempo del que tocaba. Por otro lado, las temidas ausencias de Silva y Villa principalmente -tampoco estaban Mathieu y Baraja-, no se acusaron. Miguel, Alexis y Maduro, quienes regresaron a la titularidad, cumplieron con su cometido.
«Merçi, merçi, mon ami», debieron decirle los valencianistas, uno a uno, a sus respectivos marcadores sobre el terreno de juego. Al menos de salida, minutos en los que los futbolistas del Lille se mostraron más cándidos que los soldados franceses a los que Curro Jiménez eliminaba con la mirada. Estaba a punto de cumplirse el minuto tres de partido cuando Mata dejó su posición como ariete para caer a su banda, la izquierda; allí le llegó el balón, controló, avanzó unos metros y sirvió en bandeja para que Joaquín, más solo que un torero al otro lado del telón de acero -como canta Sabina-, empujara el cuero a la red, sin oposición de ningún tipo. A los chicos del Lille les faltó aplaudir.
El partido arrancaba como desea cualquier equipo. Casi desde el vestuario, el Valencia ganaba por la mínima diferencia. Mejor, imposible. El impacto del gol, lejos de despertar a los franceses, los aturdió más todavía. Si a ello unimos los constantes cambios de posición de los valencianistas, se entiende que los galos no despertaran de su letargo, que llegaran tarde a todos los balones y, como consecuencia de ello, los de Emery se desenvolvieran poco menos que a placer.
En la reducida franja de veinte minutos, el Valencia tuvo pasta para hacer dos, tres, cuatro goles más. Primero Banega, en acción personal. Después, otro cándido francesito le dejó el balón en bandeja a Mata para que el pequeño internacional español tuviera tiempo de parar, levantar la cabeza y mandar el esférico a la meta rival, con un sutil toque con el interior de su pie izquierdo; el cuero acabó besando el travesaño cuando la grada ya festejaba el tanto. Pero hubo más: Alexis perdonó, a la salida de un córner y antes de cumplirse la media hora de juego Mata, tras servicio de Banega, no acertó a rematar la jugada como él mismo hubiera deseado.
El partido pintaba como el último de Liga, el del Mallorca. Ocasiones para sentenciar, sin que hubiera forma de cambiar la mínima ventaja que reflejaba el marcador. Aumentarla para, de una vez por todas, presenciar un encuentro con tranquilidad, sin sobresaltos y, al mismo tiempo, ver la clasificación europea más cerca, a falta de la postrera visita a Génova.
Tuvo que rebasarse la media hora para que el Lille diera señales de vida. Frau, acompañante ayer de Gervinho en ataque -lo de ataque es un decir-, disparó desde la frontal del área valencianista y hasta él se sorprendió cuando vio que el balón, aunque fuera, pasó muy cerca del poste derecho. Y vaya usted a saber si se debió o no a este sobresalto, pero el Valencia decidió no conceder más opciones y evitar así que se alterase el sistema nervioso de los aficionados. Joaquín repitió para poner el 2-0 en lo alto.
Y fue un golazo, en toda la extensión de la palabra. Así de simple. Marchena, con galones de crack, de creador, con exquisitez, gustándose, metió un pase de cuarenta metros al corazón del área francesa. Joaquín, portentoso, 'pinchó' el balón con el pie derecho y, acto seguido, lo mandó con el izquierdo a la red. Todo en un abrir y cerrar de ojos.
La ventaja de dos goles, desconocida por estos pagos, surtió el efecto esperado. La calma se impuso en Mestalla y hasta Moyá se sumó a la fiesta, con una intervención de mucho mérito con la que correspondió al segundo remate a portería del Lille. Beria remató con la cabeza desde cerca y el meta valencianista se estiró portentoso para desviar a córner.
Por lo que hace referencia al segundo periodo hay poco que contar, excepción hecha del tercer gol valencianista, tras nuevo fallo de la zaga francesa, que no resta méritos a la posterior maniobra de Mata. El largo envío de Bruno llegó a pies del asturiano de adopción, que demostró su clase ejecutando de manera perfecta.
Con el partido cerrado, sobró lo que quedaba. Todo estaba sentenciado y, a la felicidad del triunfo y el liderato, se añadió la de la lluvia, que tanta falta nos hace. Por lo demás, alguna que otra ocasión desperdiciada y también malos modos en momentos puntuales, producto del disgusto de los visitantes. Pero todos contentos a casa, con el liderato en el bolsillo y, para el próximo choque, ya se contará con Villa.