Ficha de partido
Valencia CF
0 - 1
FC Barcelona
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Descanso
45'
Roberto SoldadoJoaquín Sánchez
45'
Jordi Alba
49'
PedroMascherano
62'
Messi
64'
Pablo Hernández
66'
Messi
72'
Tino Costa
79'
Busquets
82'
Jonas GonçalvesJérémy Mathieu
82'
MaxwellAdriano
83'
Isco AlarcónTino Costa
85'
KeitaIniesta
87'
Roberto Soldado
90'
Final del partido
91'
Estadio
Rival: FC Barcelona
Records vs FC Barcelona
Máximo goleador: Mundo Suárez (18 goles)
Goleador rival: Messi (31 goles)
Más partidos: Juan Ramón Santiago (36 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (18.04.1979)
Mayor derrota: 0 - 7 (03.02.2016)
Más repetido: 1-1 (36 veces)
Crónica
No pudo ser. El Barcelona se llevó los tres puntos de Mestalla, un premio excesivo para lo que hicieron los de Guardiola, en la misma medida que un castigo demasiado severo para un Valencia que dio cuanto tenía y mereció mejor suerte. El conjunto valencianista mantiene la tercera posición en la clasificación, aunque el Villarreal se le acerca de forma peligrosa. Toca levantar la cabeza y tratar de enlazar otra ristra de partidos sin perder.
El Valencia acusó en exceso las ausencias. Más que su rival. Además, perdió a Tino Costa para la nueva batalla a afrontar el sábado en Mallorca, antes del asalto al Schalke en Alemania. Para mayor desesperación, los locales no acertaron ante Pinto, cuando tuvieron la oportunidad. Varias, como las tuvo Messi. La balanza acabó inclinándose del lado de quien menos premio mereció.
Emery alineó un equipo inédito, decisión que tomó por las circunstancias y por argumentos personales. De antemano, producto del encuentro de San Mamés, se había quedado sin Bruno y Topal, por sanción. Ayer se le cayó Maduro y al resto de sorpresas colaboró el técnico a título particular. Prescindió de David Navarro, para preservarlo de una posible persecución, después de que la España futbolística le tomara la matrícula por su actuación frente al Athletic y la puesta en marcha del ventilador mediático.
La defensa estuvo formada por los hombres que quedaban. No había más. Y sin Albelda ni Topal, en la zona ancha se ubicaron Banega y Tino Costa. De ahí hacia adelante, Joaquín, Pablo, Mathieu y Mata repartiéndose funciones. El andaluz, en la media punta, con el Chori en la grada; el castellonense, en la derecha; el francés en el lado opuesto para tapar a Alves y desdoblarse, mientras que la punta del ataque fue para Mata. Era el dibujo, respetado sobre el césped, aunque no fue óbice para que las permutas se produjeran en función de lo que exigía el juego.
Y con el Valencia bien plantado, el Barça lo pasó mal. La presión de los locales impedía tocar y salir a los azulgrana, que sufrieron por momentos, víctimas también de la excesiva precaución con que Guardiola arrancó el encuentro. Dio descanso a Pedro y alineó a Villa, desmitificando el enclaustramiento de las concentraciones, después del 'tour' del asturiano por su tierra. Busquets fue un central más, con Mascherano apretando en la medular. El entrenador catalán confió toda su apuesta para ganar en la dirección de Xavi, la inspiración y juego interior de Iniesta, y la velocidad y el instinto asesino de Villa y Messi.
Sorprendentemente, con el Valencia mandando fue el Barça quien disfrutó de la primera y más clara ocasión de gol hasta entonces. Producto de un rebote, el balón llegó a Messi, se plantó ante Guaita, en el área de gol, y el portero valenciano volvió a salvar a los suyos. Por dos veces, con la colaboración posterior de Ricardo Costa, cuando se temía lo peor. Los sobresaltos se sucedieron. A los 20 minutos, con un gol de Mata, invalidado por un fuera de juego más que dudoso y, cuando se cumplía la media hora, Messi puso el corazón de los valencianistas en las gargantas. Error de Dealbert que el argentino no supo aprovechar. Guaita aguantó con una sangre fría espectacular y obligó a Leo a elevar el balón, pero en exceso. Todo continuó igual.
Tan igual que el protagonismo de Guaita se mantuvo hasta el descanso. Cuatro minutos antes de que llegara el receso, el portero exhibió ahora su colocación. Remate sobre la marcha de Villa que el valenciano rechazó con el cuerpo. Impresionante. La igualada vino a hacer justicia a lo que sucedía sobre el césped, en el que el estratosférico Barcelona demostró que es terrenal. Con mucha calidad, con la lección sabida de memoria, pero humano. El Valencia le superó en muchas fases de este primer acto, aunque realizando un desgaste físico máximo. No quedaba otra, aunque se corriera el riesgo de que más tarde pudiera pasar factura.
Incluso con los sobresaltos mencionados, el público estuvo con su equipo. Enfrente estaba el líder, ese que arrasa por donde va. Excepto en Mestalla, hasta esos momentos. Por eso, los aficionados blanquinegros aplaudieron a rabiar cada acción de garra de los suyos, cada robo de balón, cada contragolpe. Y, por supuesto, cada intervención milagrosa de Guaita. ¡Qué difícil lo va a tener Diego Alves!
Superado el intermedio, Emery buscó mayor presencia en el área azulgrana y metió en liza a Soldado por un Joaquín al que le faltó inspiración en la nueva tarea que le habían encomendado. El equipo se mantuvo como antes, es decir, bien colocado, concentrado y con las fuerzas intactas. Y Soldado no tardó en decir aquí estoy. Habían transcurrido tan solo seis minutos cuando recibió, ligeramente escorado, en una posición que domina muy bien, lo que le permitió armar la pierna y rematar cruzado. Se le marchó fuera por muy poco. Y, enseguida, probó Pablo, para hacer trabajar a Pinto.
Mestalla siguió apretando. Con palmas, con cánticos. Nadie tenía frío ni atención para otra cosa que no fuera clavar los ojos sobre el rectángulo de juego. Y el público se puso en pie cuando vio un envío de Mata a la izquierda, para Pablo, totalmente solo; Soldado no pudo llegar a conectar con el cuero tras el servicio excesivamente cruzado del castellonense. Una pena. De inmediato, la respuesta visitante. Con Messi como protagonista, como casi siempre. El argentino tampoco afinó el punto de mira.
Con el partido camino de la recta final, Guardiola se hizo el ánimo de buscar soluciones para tratar de llegar y superar a Guaita. Tampoco es que lo hiciera con excesivas alegrías ofensivas, consciente de que, en el peor de los casos, un puntito tampoco era tan malo. Retiró a Mascherano, metió en el campo a Pedro y retocó ligeramente su esquema, para recuperar el que es más habitual.
Sin embargo, fue un Barcelona demasiado reservón y que, dicho sea de paso, no supo o no pudo meterle mano casi nunca a un Valencia mermado por ausencias. Dio la sensación de que los azulgrana trataban de ganar el encuentro con la ley del mínimo esfuerzo. Como queriendo dosificar energías, guardar algunas, ante la aglomeración de partidos que aporta el calendario. Y con estas premisas se antojaba muy difícil vencer a un Valencia compacto, homogéneo, que nunca bajó la guardia. Todo lo contrario.
Pero el fútbol, aunque sea echar mano del tópico, no entiende de justicia, de premio ni de castigo. Y el que sufrieron los de Emery fue excesivo. Injusto. Messi -que camina hacia los 40 goles esta temporada entre todas las competiciones-, no podía fallar tanto. Ni el esfuerzo de Guaita fue suficiente para evitar el mazazo. Llegó a tocar el balón, pero terminó alojándose en la red.
Quedaba un cuarto de hora para el final cuando Messi logró su objetivo. Una contra visitante continuó con apertura a la izquierda para Adriano. El brasileño avanzó unos metros, hasta el interior del área valencianista y sirvió a su compañero. El estilete azulgrana empalmó para dar la puntilla y poner más tierra de por medio entre su equipo y un Real Madrid que parece dejar de ser alternativa al título a medida que avanza la competición.
De ahí al final, intentonas locales, ya con Jonas sobre el césped, en busca de restablecer de nuevo la igualdad en el marcador. Parecía ya una misión imposible, aunque no se renunció a ello. Para entonces, sin embargo, el Valencia había perdido parte de la compostura que había mostrado antes, mientras que el Barcelona se sentía reforzado. Más seguro de sí mismo. Lo que hace un gol. En unos y en otros. Tan solo quedó la despedida de Mestalla a Iniesta y resignarse ante una derrota injusta, que rompió con once jornadas, que se dice pronto sin doblar la rodilla.
El Valencia acusó en exceso las ausencias. Más que su rival. Además, perdió a Tino Costa para la nueva batalla a afrontar el sábado en Mallorca, antes del asalto al Schalke en Alemania. Para mayor desesperación, los locales no acertaron ante Pinto, cuando tuvieron la oportunidad. Varias, como las tuvo Messi. La balanza acabó inclinándose del lado de quien menos premio mereció.
Emery alineó un equipo inédito, decisión que tomó por las circunstancias y por argumentos personales. De antemano, producto del encuentro de San Mamés, se había quedado sin Bruno y Topal, por sanción. Ayer se le cayó Maduro y al resto de sorpresas colaboró el técnico a título particular. Prescindió de David Navarro, para preservarlo de una posible persecución, después de que la España futbolística le tomara la matrícula por su actuación frente al Athletic y la puesta en marcha del ventilador mediático.
La defensa estuvo formada por los hombres que quedaban. No había más. Y sin Albelda ni Topal, en la zona ancha se ubicaron Banega y Tino Costa. De ahí hacia adelante, Joaquín, Pablo, Mathieu y Mata repartiéndose funciones. El andaluz, en la media punta, con el Chori en la grada; el castellonense, en la derecha; el francés en el lado opuesto para tapar a Alves y desdoblarse, mientras que la punta del ataque fue para Mata. Era el dibujo, respetado sobre el césped, aunque no fue óbice para que las permutas se produjeran en función de lo que exigía el juego.
Y con el Valencia bien plantado, el Barça lo pasó mal. La presión de los locales impedía tocar y salir a los azulgrana, que sufrieron por momentos, víctimas también de la excesiva precaución con que Guardiola arrancó el encuentro. Dio descanso a Pedro y alineó a Villa, desmitificando el enclaustramiento de las concentraciones, después del 'tour' del asturiano por su tierra. Busquets fue un central más, con Mascherano apretando en la medular. El entrenador catalán confió toda su apuesta para ganar en la dirección de Xavi, la inspiración y juego interior de Iniesta, y la velocidad y el instinto asesino de Villa y Messi.
Sorprendentemente, con el Valencia mandando fue el Barça quien disfrutó de la primera y más clara ocasión de gol hasta entonces. Producto de un rebote, el balón llegó a Messi, se plantó ante Guaita, en el área de gol, y el portero valenciano volvió a salvar a los suyos. Por dos veces, con la colaboración posterior de Ricardo Costa, cuando se temía lo peor. Los sobresaltos se sucedieron. A los 20 minutos, con un gol de Mata, invalidado por un fuera de juego más que dudoso y, cuando se cumplía la media hora, Messi puso el corazón de los valencianistas en las gargantas. Error de Dealbert que el argentino no supo aprovechar. Guaita aguantó con una sangre fría espectacular y obligó a Leo a elevar el balón, pero en exceso. Todo continuó igual.
Tan igual que el protagonismo de Guaita se mantuvo hasta el descanso. Cuatro minutos antes de que llegara el receso, el portero exhibió ahora su colocación. Remate sobre la marcha de Villa que el valenciano rechazó con el cuerpo. Impresionante. La igualada vino a hacer justicia a lo que sucedía sobre el césped, en el que el estratosférico Barcelona demostró que es terrenal. Con mucha calidad, con la lección sabida de memoria, pero humano. El Valencia le superó en muchas fases de este primer acto, aunque realizando un desgaste físico máximo. No quedaba otra, aunque se corriera el riesgo de que más tarde pudiera pasar factura.
Incluso con los sobresaltos mencionados, el público estuvo con su equipo. Enfrente estaba el líder, ese que arrasa por donde va. Excepto en Mestalla, hasta esos momentos. Por eso, los aficionados blanquinegros aplaudieron a rabiar cada acción de garra de los suyos, cada robo de balón, cada contragolpe. Y, por supuesto, cada intervención milagrosa de Guaita. ¡Qué difícil lo va a tener Diego Alves!
Superado el intermedio, Emery buscó mayor presencia en el área azulgrana y metió en liza a Soldado por un Joaquín al que le faltó inspiración en la nueva tarea que le habían encomendado. El equipo se mantuvo como antes, es decir, bien colocado, concentrado y con las fuerzas intactas. Y Soldado no tardó en decir aquí estoy. Habían transcurrido tan solo seis minutos cuando recibió, ligeramente escorado, en una posición que domina muy bien, lo que le permitió armar la pierna y rematar cruzado. Se le marchó fuera por muy poco. Y, enseguida, probó Pablo, para hacer trabajar a Pinto.
Mestalla siguió apretando. Con palmas, con cánticos. Nadie tenía frío ni atención para otra cosa que no fuera clavar los ojos sobre el rectángulo de juego. Y el público se puso en pie cuando vio un envío de Mata a la izquierda, para Pablo, totalmente solo; Soldado no pudo llegar a conectar con el cuero tras el servicio excesivamente cruzado del castellonense. Una pena. De inmediato, la respuesta visitante. Con Messi como protagonista, como casi siempre. El argentino tampoco afinó el punto de mira.
Con el partido camino de la recta final, Guardiola se hizo el ánimo de buscar soluciones para tratar de llegar y superar a Guaita. Tampoco es que lo hiciera con excesivas alegrías ofensivas, consciente de que, en el peor de los casos, un puntito tampoco era tan malo. Retiró a Mascherano, metió en el campo a Pedro y retocó ligeramente su esquema, para recuperar el que es más habitual.
Sin embargo, fue un Barcelona demasiado reservón y que, dicho sea de paso, no supo o no pudo meterle mano casi nunca a un Valencia mermado por ausencias. Dio la sensación de que los azulgrana trataban de ganar el encuentro con la ley del mínimo esfuerzo. Como queriendo dosificar energías, guardar algunas, ante la aglomeración de partidos que aporta el calendario. Y con estas premisas se antojaba muy difícil vencer a un Valencia compacto, homogéneo, que nunca bajó la guardia. Todo lo contrario.
Pero el fútbol, aunque sea echar mano del tópico, no entiende de justicia, de premio ni de castigo. Y el que sufrieron los de Emery fue excesivo. Injusto. Messi -que camina hacia los 40 goles esta temporada entre todas las competiciones-, no podía fallar tanto. Ni el esfuerzo de Guaita fue suficiente para evitar el mazazo. Llegó a tocar el balón, pero terminó alojándose en la red.
Quedaba un cuarto de hora para el final cuando Messi logró su objetivo. Una contra visitante continuó con apertura a la izquierda para Adriano. El brasileño avanzó unos metros, hasta el interior del área valencianista y sirvió a su compañero. El estilete azulgrana empalmó para dar la puntilla y poner más tierra de por medio entre su equipo y un Real Madrid que parece dejar de ser alternativa al título a medida que avanza la competición.
De ahí al final, intentonas locales, ya con Jonas sobre el césped, en busca de restablecer de nuevo la igualdad en el marcador. Parecía ya una misión imposible, aunque no se renunció a ello. Para entonces, sin embargo, el Valencia había perdido parte de la compostura que había mostrado antes, mientras que el Barcelona se sentía reforzado. Más seguro de sí mismo. Lo que hace un gol. En unos y en otros. Tan solo quedó la despedida de Mestalla a Iniesta y resignarse ante una derrota injusta, que rompió con once jornadas, que se dice pronto sin doblar la rodilla.