Ficha de partido
Valencia CF
2 - 1
Getafe CF
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
David Silva
15'
Rubén Baraja
28'
David VillaAsist: David Albelda
30'
Descanso
45'
Manu del MoralSousa
46'
Nacho
53'
Manu del Moral
62'
Manuel FernandesRubén Baraja
63'
Miguel Brito
66'
Raúl Albiol
68'
Miguel Ángel AnguloFernando Morientes
69'
BraulioUche
73'
Braulio
76'
GraneroNacho
79'
Javier ArizmendiJoaquín Sánchez
89'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: Getafe CF
Records vs Getafe CF
Máximo goleador: David Villa (7 goles)
Goleador rival: Manu (4 goles)
Más partidos: Dani Parejo (16 partidos)
Mayor victoria: 5 - 1 (04.09.2022)
Mayor derrota: 0 - 3 (11.02.2007)
Más repetido: 1-0 (6 veces)
Crónica
El Valencia ganó al Getafe y es colíder de la Liga, aunque dejó escapar la ocasión ideal para agradar a una afición que esta vez fue condescendiente. Silva y Villa firmaron a la media hora de juego una cómoda ventaja, pero el equipo se relajó y, tras el tanto del Getafe, terminó pidiendo la hora. Otro triunfo. También mínimo, pero suficiente. Tres puntos, coliderato y siete victorias en ocho partidos. No va más. El Valencia suma y sigue. También continúa sufriendo, en un arranque de temporada en el que debe conjugar conjunción, rotaciones y, al mismo tiempo, competir y ganar. Pero el público, ayer, pareció entenderlo y, aunque no disfrutó en exceso, estuvo condescendiente y respaldó a los suyos en los momentos difíciles, que los hubo en el tramo final.
Pero hay que apresurarse a decir que cuando un equipo de fútbol tiene en su plantilla a un futbolista del corte, del nivel y de la calidad de David Villa todo parece más sencillo. Si además, tratándose de un delantero, dispone del instinto asesino que alimenta a estos depredadores del área, se puede soñar. Y hablar de Villa a estas alturas, cuando tanto se ha hecho, cuando tanto se le ha visto y cuanto tanto ha demostrado, no debe entenderse como reiteración. Siempre se puede apuntar cosas nuevas de él. Por supuesto, buenas. Cuando ayer, recién rebasada la media hora de juego, dejó sentenciado el partido que disputaban su equipo y el Getafe, quedó patente que los adjetivos para este futbolista no se han agotado.
Es cierto que el envío largo del esférico que le hizo Rubén Baraja, el cómplice perfecto, era medio gol. Pero había que marcarlo. Y Villa lo hizo con clase, con un sutil toque al alcance de muy pocos jugadores. Sólo de los grandes. Cuando el asturiano vio al meta Ustari abandonar su portería, lo tuvo claro. No se enredó en intentar controlar el balón, ni en tratar de pararlo y driblar al meta en su desesperada salida. Villa se limitó a mirar sobre la marcha al marco, tocó el balón como sólo los superclase saben hacerlo... y gol. El partido quedaba sentenciado, porque el Valencia no mantenía el pie sobre el acelerador. No era necesario ante la candidez del rival. Apretando de forma alterna, jugando a ráfagas, fue suficiente para dejar las cosas en su justo punto antes del descanso. El único lamento es que el espectáculo –que tampoco antes había sido de gran altura– se acabó. El 2-0 mató el partido. Y como en el camino aguardan miuras a los que habrá que hacer frente con las mejores fuerzas, la elección valencianista fue controlar, preservar su portería de cualquier riesgo y limitarse a alguna acción propicia, si se terciaba, y pensar en el viaje a Huelva antes de hacerlo en el Chelsea.
Hablando de fuerzas, sorprendieron los cambios que introdujo Quique en el transcurso de la segunda mitad. En especial la retirada de Baraja, el hombre más descansado tras su desaparición del equipo en los compromisos anteriores. Tampoco se entiende demasiado bien que mantuviera al renqueante Silva, cuyos problemas físicos le restaron lucidez mental. Correcta la marcha de Morientes, poco afortunado ayer. También es probable que, cuando Quique tal vez pensaba en dar descanso a Silva, el gol del Getafe le hiciera cambiar de idea. Un gol extraño, tras un rechace, pero válido y suficiente para meter el susto en el cuerpo de protagonistas y aficionados. Cuando éstos, en el tramo final, amagaron con pititos, el resto de la grada los silenció con aplausos de apoyo. Pese a todo, se sufrió hasta el final. Los cinco últimos minutos transcurrieron en el área valencianista, con un agobio constante por parte del modesto Getafe, quien para entonces sí mostró la profundidad que le faltó antes, cuando sólo tocaba el balón. Hasta Arizmendi, en su aparición testimonial, tuvo que achicar balones.
El final del encuentro fue un alivio para todos. Y grande. Tanto que Quique se mostró agradecido con la actitud del público ayer. Un público paciente, comprensivo y que parece haberse dado cuenta de lo que hay en juego, de que esto no ha hecho más que empezar y de que cuando el equipo necesita el mayor aliento es cuando las cosas no salen a pedir de boca. En las alegrías, en la euforia y cuando el fútbol es de alta escuela no hace falta que nadie empuje. Todo ello sin olvidar que este Valencia se acostó anoche como colíder, con el Villarreal, a la espera de lo que haga hoy el Madrid. Que no está mal. No es el caso ni siquiera de pedir margen alguno de confianza. Los números son contundentes. Por eso, Quique, quédate.
Pero hay que apresurarse a decir que cuando un equipo de fútbol tiene en su plantilla a un futbolista del corte, del nivel y de la calidad de David Villa todo parece más sencillo. Si además, tratándose de un delantero, dispone del instinto asesino que alimenta a estos depredadores del área, se puede soñar. Y hablar de Villa a estas alturas, cuando tanto se ha hecho, cuando tanto se le ha visto y cuanto tanto ha demostrado, no debe entenderse como reiteración. Siempre se puede apuntar cosas nuevas de él. Por supuesto, buenas. Cuando ayer, recién rebasada la media hora de juego, dejó sentenciado el partido que disputaban su equipo y el Getafe, quedó patente que los adjetivos para este futbolista no se han agotado.
Es cierto que el envío largo del esférico que le hizo Rubén Baraja, el cómplice perfecto, era medio gol. Pero había que marcarlo. Y Villa lo hizo con clase, con un sutil toque al alcance de muy pocos jugadores. Sólo de los grandes. Cuando el asturiano vio al meta Ustari abandonar su portería, lo tuvo claro. No se enredó en intentar controlar el balón, ni en tratar de pararlo y driblar al meta en su desesperada salida. Villa se limitó a mirar sobre la marcha al marco, tocó el balón como sólo los superclase saben hacerlo... y gol. El partido quedaba sentenciado, porque el Valencia no mantenía el pie sobre el acelerador. No era necesario ante la candidez del rival. Apretando de forma alterna, jugando a ráfagas, fue suficiente para dejar las cosas en su justo punto antes del descanso. El único lamento es que el espectáculo –que tampoco antes había sido de gran altura– se acabó. El 2-0 mató el partido. Y como en el camino aguardan miuras a los que habrá que hacer frente con las mejores fuerzas, la elección valencianista fue controlar, preservar su portería de cualquier riesgo y limitarse a alguna acción propicia, si se terciaba, y pensar en el viaje a Huelva antes de hacerlo en el Chelsea.
Hablando de fuerzas, sorprendieron los cambios que introdujo Quique en el transcurso de la segunda mitad. En especial la retirada de Baraja, el hombre más descansado tras su desaparición del equipo en los compromisos anteriores. Tampoco se entiende demasiado bien que mantuviera al renqueante Silva, cuyos problemas físicos le restaron lucidez mental. Correcta la marcha de Morientes, poco afortunado ayer. También es probable que, cuando Quique tal vez pensaba en dar descanso a Silva, el gol del Getafe le hiciera cambiar de idea. Un gol extraño, tras un rechace, pero válido y suficiente para meter el susto en el cuerpo de protagonistas y aficionados. Cuando éstos, en el tramo final, amagaron con pititos, el resto de la grada los silenció con aplausos de apoyo. Pese a todo, se sufrió hasta el final. Los cinco últimos minutos transcurrieron en el área valencianista, con un agobio constante por parte del modesto Getafe, quien para entonces sí mostró la profundidad que le faltó antes, cuando sólo tocaba el balón. Hasta Arizmendi, en su aparición testimonial, tuvo que achicar balones.
El final del encuentro fue un alivio para todos. Y grande. Tanto que Quique se mostró agradecido con la actitud del público ayer. Un público paciente, comprensivo y que parece haberse dado cuenta de lo que hay en juego, de que esto no ha hecho más que empezar y de que cuando el equipo necesita el mayor aliento es cuando las cosas no salen a pedir de boca. En las alegrías, en la euforia y cuando el fútbol es de alta escuela no hace falta que nadie empuje. Todo ello sin olvidar que este Valencia se acostó anoche como colíder, con el Villarreal, a la espera de lo que haga hoy el Madrid. Que no está mal. No es el caso ni siquiera de pedir margen alguno de confianza. Los números son contundentes. Por eso, Quique, quédate.