Ficha de partido
Valencia CF
3 - 3
CA Osasuna
Equipos titulares
Sustituciones
Timeline del partido
Inicio del partido
0'
Nekounam
10'
Roberto SoldadoAsist: Juan Mata
23'
Marius Stankevicius
31'
Juanfran
39'
Aritz AdurizAsist: Joaquín Sánchez
41'
Descanso
45'
ArandaNekounam
46'
Juanfran
54'
Flaño
59'
Isco AlarcónAritz Aduriz
66'
Pablo HernándezJoaquín Sánchez
66'
LekaPandiani
77'
LoloSoriano
77'
Jordi Alba
79'
Ángel DealbertÉver Banega
81'
Marius Stankevicius
85'
Aranda
87'
Final del partido
90'
Estadio
Rival: CA Osasuna
Records vs CA Osasuna
Máximo goleador: David Villa (7 goles)
Goleador rival: Echeverría (7 goles)
Más partidos: David Albelda (21 partidos)
Mayor victoria: 4 - 0 (02.05.2012)
Mayor derrota: 0 - 3 (15.12.1999)
Más repetido: 1-0 (13 veces)
Crónica
El Valencia volvió a dar un disgusto importante a su afición anoche. La superioridad del primer acto, reflejada también en el marcador, provocó un exceso de confianza injustificable y acabó pagándolo caro. Llegó al descanso con la victoria parcial de 3-1 y permitió que un Osasuna muy flojito le empatara en un segundo acto lamentable, que aún pudo ser peor, especialmente tras los cambios introducidos por Emery. El técnico llegó a meter en liza a Dealbert a ocho minutos del final para amarrar el triunfo.
Ganar el partido y sumar los tres puntos, al fin y a la postre el único objetivo, era cuestión de tomar el mando e imponer el ritmo poco a poco. En una palabra, ir madurando a un rival inferior que, con el paso del tiempo, tenía que caer. Y se vio muy pronto, porque la diferencia entre el Valencia y el Osasuna resultaba abismal. Los de Emery sabían que tenían que poner el mismo físico y correr tanto como su rival. En igualdad de condiciones en estos aspectos, la calidad iba a definir. Y así fue.
El Valencia no arrancó hilvanando su juego. Otra vez el balón iba desde la defensa al ataque sin pasar casi nunca por los centrocampistas. Por ello Banega tardó en entrar en contacto con el balón. Tuvieron que pasar un buen puñado de minutos para poder canalizar el fútbol. Con todo y con eso, el partido no peligraba.
En los primeros compases se volvió a regalar la habitual ocasión al rival, cortesía de la casa, que Juanfran -quizá con mano previa no señalada- no supo aprovechar. La acción acabó en saque de esquina. Antes Soldado había desperdiciado otra oportunidad muy clara, mandando el balón a las nubes con todo a favor.
Sin embargo, el error no hizo mella en el delantero valenciano. La siguiente que tuvo la enchufó. Casi a placer. Sólo tuvo que empujar un servicio inmejorable de Mata. Con la lata abierta todo fue más fácil. Osasuna cometía errores infantiles ante los que se desesperaba Camacho. El Valencia empezaba a jugar, Banega a entrar más en contacto con el cuero y la movilidad de los cuatro de arriba hizo el resto.
El segundo tanto, de un Stankevicius que fue de menos a más, tuvo mérito en lo que a su confección se refiere. Pura estrategia, a la salida de un córner. Antes del buen remate del central dio la impresión de que hubo penalti sobre Mata. El colegiado no lo señaló, el balón llegó a la zona donde se encontraba el lituano del Valencia, que agarró un zapatazo tan espectacular como efectivo. Celebración emotiva, con la complicidad de una grada satisfecha y, sobre todo, tranquila.
La noche era plácida y no se vio alterada ni siquiera con el gol de Osasuna. Principalmente, porque Aduriz tardó un solo minuto en hacer el tercero y volver a poner las cosas en su sitio. Sin embargo, Mestalla sigue siendo un recinto talismán para cualquier rival que llega deprimido. Cuesta poco hacerlos felices, siempre y cuando no peligra el desenlace final. Hubo regalo para un Bursaspor que no sabía lo que era marcar un tanto en la fase de grupos de la Champions, y lo hizo aquí. Los pamplonicas sólo habían hecho uno a domicilio en toda la Liga y se encontraron con el segundo en Valencia.
El descanso, sin embargo, no sentó bien a los de Emery. Dicho de otra forma, le fue mejor a los rojillos, quienes salieron al campo dispuestos a buscar la heroica, en vista de que el partido estaba perdido con el tres a uno en lo alto. Camacho metió en liza a Aranda, un delantero archiconocido, antiestético, poco ortodoxo, pero de los que no cesan de incordiar, de los que no vuelven la cara jamás y, formando dúo con Pandiani, comenzaron a dar guerra, a molestar lo suyo.
Antes de cumplirse el primer cuarto de hora de la segunda mitad llegó la preocupación. Osasuna se acercó de manera peligrosa en el marcador, volvió a reducir la diferencia. Y fue de la peor manera posible. Tras un error de César, en su vuelta al equipo. El centro visitante al corazón del área no lo pudo despejar el guardameta, que chocó con Stankevicius. El balón quedó suelto, la portería desguarnecida y Miguel Flaño lo llevó a la red con facilidad, sin obstáculo alguno.
A partir de ahí, el rumbo del encuentro fue otro. Los valencianistas estuvieron 'tocados' durante algunos minutos, acusaron cierto nerviosismo, producto del temor a un posible empate y el juego se resintió. Emery echó mano de permutas, metió en liza a Isco y Pablo, pasando el equipo a jugar con el clásico 4-3-2-1. Se buscaba volver a recuperar el mando, volver a meter miedo a Osasuna, para entonces un equipo sin complejos y que, aún con sus limitaciones, había soltado amarras para irse en busca de la portería de César. La posibilidad de la igualada la veían más cercana los de Camacho, que echó el resto haciendo los dos cambios que le quedaban al mismo tiempo. Lolo y Leka, al terreno de juego. Aire fresco en busca de un último esfuerzo que pudiera servir para arañar al menos un punto.
Y vaya si lo pudieron conseguir los visitantes. Un minuto más tarde, César volvió a llegar tarde para despejar un centro lateral de Masoud y Leka remató con la cabeza. El balón golpeó en el poste izquierdo y se fue después al otro. El corazón de los aficionados valencianistas aceleró sus latidos. Se temía lo peor, en vista del panorama. El Valencia no existía en ninguna zona del campo y cada salida de los visitantes se convertía en un sufrimiento mayúsculo.
La solución de Emery a los despropósitos fue añadir uno más. Dar entrada a Dealbert para tratar de mantener la mínima ventaja. Su gozo en un pozo, seis minutos más tarde llegó el empate de Aranda. Los aficionados valencianistas sólo pudieron abroncar a los suyos y provocar un flamear de pañuelos con las miradas dirigidas al palco.
El soponcio pudo ser peor, pues en los escasos minutos que quedaban para el final, que se hicieron eternos para la parroquia blanquinegra, Osasuna dispuso de un par de opciones bastante claras como para haberse llevado el triunfo. Algo que, de haber sucedido, tampoco hubiera extrañado a nadie viendo lo que pasaba en el césped. El Valencia, roto, a la deriva, sin fútbol y, lo que es peor, sin nadie capaz de crearlo, facilitaba muchísimo las cosas a su rival.
Los locales fueron un equipo diferente al del primer acto en el que, sin bordar el fútbol, sí fueron superiores a un cuadro pamplonica muy inferior. Unai Emery colaboró lo suyo al desastre final cuando decidió maniobrar con los cambios y el Valencia terminó siendo una caricatura, un juguete en manos de un Osasuna que le sacó los colores.
Ganar el partido y sumar los tres puntos, al fin y a la postre el único objetivo, era cuestión de tomar el mando e imponer el ritmo poco a poco. En una palabra, ir madurando a un rival inferior que, con el paso del tiempo, tenía que caer. Y se vio muy pronto, porque la diferencia entre el Valencia y el Osasuna resultaba abismal. Los de Emery sabían que tenían que poner el mismo físico y correr tanto como su rival. En igualdad de condiciones en estos aspectos, la calidad iba a definir. Y así fue.
El Valencia no arrancó hilvanando su juego. Otra vez el balón iba desde la defensa al ataque sin pasar casi nunca por los centrocampistas. Por ello Banega tardó en entrar en contacto con el balón. Tuvieron que pasar un buen puñado de minutos para poder canalizar el fútbol. Con todo y con eso, el partido no peligraba.
En los primeros compases se volvió a regalar la habitual ocasión al rival, cortesía de la casa, que Juanfran -quizá con mano previa no señalada- no supo aprovechar. La acción acabó en saque de esquina. Antes Soldado había desperdiciado otra oportunidad muy clara, mandando el balón a las nubes con todo a favor.
Sin embargo, el error no hizo mella en el delantero valenciano. La siguiente que tuvo la enchufó. Casi a placer. Sólo tuvo que empujar un servicio inmejorable de Mata. Con la lata abierta todo fue más fácil. Osasuna cometía errores infantiles ante los que se desesperaba Camacho. El Valencia empezaba a jugar, Banega a entrar más en contacto con el cuero y la movilidad de los cuatro de arriba hizo el resto.
El segundo tanto, de un Stankevicius que fue de menos a más, tuvo mérito en lo que a su confección se refiere. Pura estrategia, a la salida de un córner. Antes del buen remate del central dio la impresión de que hubo penalti sobre Mata. El colegiado no lo señaló, el balón llegó a la zona donde se encontraba el lituano del Valencia, que agarró un zapatazo tan espectacular como efectivo. Celebración emotiva, con la complicidad de una grada satisfecha y, sobre todo, tranquila.
La noche era plácida y no se vio alterada ni siquiera con el gol de Osasuna. Principalmente, porque Aduriz tardó un solo minuto en hacer el tercero y volver a poner las cosas en su sitio. Sin embargo, Mestalla sigue siendo un recinto talismán para cualquier rival que llega deprimido. Cuesta poco hacerlos felices, siempre y cuando no peligra el desenlace final. Hubo regalo para un Bursaspor que no sabía lo que era marcar un tanto en la fase de grupos de la Champions, y lo hizo aquí. Los pamplonicas sólo habían hecho uno a domicilio en toda la Liga y se encontraron con el segundo en Valencia.
El descanso, sin embargo, no sentó bien a los de Emery. Dicho de otra forma, le fue mejor a los rojillos, quienes salieron al campo dispuestos a buscar la heroica, en vista de que el partido estaba perdido con el tres a uno en lo alto. Camacho metió en liza a Aranda, un delantero archiconocido, antiestético, poco ortodoxo, pero de los que no cesan de incordiar, de los que no vuelven la cara jamás y, formando dúo con Pandiani, comenzaron a dar guerra, a molestar lo suyo.
Antes de cumplirse el primer cuarto de hora de la segunda mitad llegó la preocupación. Osasuna se acercó de manera peligrosa en el marcador, volvió a reducir la diferencia. Y fue de la peor manera posible. Tras un error de César, en su vuelta al equipo. El centro visitante al corazón del área no lo pudo despejar el guardameta, que chocó con Stankevicius. El balón quedó suelto, la portería desguarnecida y Miguel Flaño lo llevó a la red con facilidad, sin obstáculo alguno.
A partir de ahí, el rumbo del encuentro fue otro. Los valencianistas estuvieron 'tocados' durante algunos minutos, acusaron cierto nerviosismo, producto del temor a un posible empate y el juego se resintió. Emery echó mano de permutas, metió en liza a Isco y Pablo, pasando el equipo a jugar con el clásico 4-3-2-1. Se buscaba volver a recuperar el mando, volver a meter miedo a Osasuna, para entonces un equipo sin complejos y que, aún con sus limitaciones, había soltado amarras para irse en busca de la portería de César. La posibilidad de la igualada la veían más cercana los de Camacho, que echó el resto haciendo los dos cambios que le quedaban al mismo tiempo. Lolo y Leka, al terreno de juego. Aire fresco en busca de un último esfuerzo que pudiera servir para arañar al menos un punto.
Y vaya si lo pudieron conseguir los visitantes. Un minuto más tarde, César volvió a llegar tarde para despejar un centro lateral de Masoud y Leka remató con la cabeza. El balón golpeó en el poste izquierdo y se fue después al otro. El corazón de los aficionados valencianistas aceleró sus latidos. Se temía lo peor, en vista del panorama. El Valencia no existía en ninguna zona del campo y cada salida de los visitantes se convertía en un sufrimiento mayúsculo.
La solución de Emery a los despropósitos fue añadir uno más. Dar entrada a Dealbert para tratar de mantener la mínima ventaja. Su gozo en un pozo, seis minutos más tarde llegó el empate de Aranda. Los aficionados valencianistas sólo pudieron abroncar a los suyos y provocar un flamear de pañuelos con las miradas dirigidas al palco.
El soponcio pudo ser peor, pues en los escasos minutos que quedaban para el final, que se hicieron eternos para la parroquia blanquinegra, Osasuna dispuso de un par de opciones bastante claras como para haberse llevado el triunfo. Algo que, de haber sucedido, tampoco hubiera extrañado a nadie viendo lo que pasaba en el césped. El Valencia, roto, a la deriva, sin fútbol y, lo que es peor, sin nadie capaz de crearlo, facilitaba muchísimo las cosas a su rival.
Los locales fueron un equipo diferente al del primer acto en el que, sin bordar el fútbol, sí fueron superiores a un cuadro pamplonica muy inferior. Unai Emery colaboró lo suyo al desastre final cuando decidió maniobrar con los cambios y el Valencia terminó siendo una caricatura, un juguete en manos de un Osasuna que le sacó los colores.